(CONCLUSIÓN)
—Yo te había visto, mujer, yo te había visto, cuando tu madre me dijo aquella barbaridá; tú fuiste a salir de la alcoba y yo te vide esa carita graciosa, poro como el mal trago ya me lo había bebío y se me había puesto al revés el corazón y había visto amortajaítas pa siempre las alegrías de mi pecho, dije yo: adonde las dan las toman, y pa que no juegue más con pistolas vizcaínas, le voy á dar la esazón, y te la dí; pero ya se acabó tó, y yo te perdono, y tú me perdonas; si tu madre y mi amigo lo permiten te voy á dar un beso en esa clavellina de tu cara pa endulzarme el amargor de boca.
Y se dieron el beso anunciado y algunos más mientras la señá Dolores y el Torozona sonrientes y satisfechos, contemplaban como iluminados por el sol brillante, cual si fuesen de riquísima pedrería, las rosas y los claveles de las pintadas macetas.
Arturo Reyes
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