Málaga (Martes, noche.) Acaba de fallecer, casi repentinamente, el novelista y poeta malagueño Arturo Reyes, que hasta anteayer hizo su vida habitual.
La noticia ha causado duelo general en Málaga, donde era admirado y querido por todos, pues su carácter afabilísimo era causa de que no contase con ningún enemigo.
La muerte de Arturo Reyes nos ha sorprendido dolorosamente. Nadie esperaba noticia tan triste, y menos ahora, cuando puede decirse que el poeta comenzaba á vivir.
Reyes, periodista primero, cuentista, poeta y novelista después, arrastró en lo económico una vida que lindaba más con la humildad que con la holgura. Artista de nacimiento y hombre bueno por condición, supo conllevar sin pena ni desmayo su digna estrechez. Dióle pronto la Literatura un nombre; pero rara vez á la consecución de la fama sigue en la república de las letras el enriquecimiento, y de altísima reputación gozaba ya Arturo Reyes cuando aún podía comparársele con los pájaros que cantan en el secarral; que no por ser sus trinos más armoniosos logran hacer de la Naturaleza una madre más pródiga. Y cuando últimamente, recientemente, había comenzado á asomar en la vida de Arturo Reyes el sol—harto perezoso para quien supo cantarle magníficamente y decorar con sus rayos páginas de oro—; cuando una vida mejor sonreía, como justo premio, al novelista de la luz y al hombre de la eterna resignación, viene la inesperada muerte implacable á arrebatárnoslo. ¡Misterios de la vida, que más se apresura á partir cuando se ha hecho menos aborrecible!
Deja Arturo Reyes en el cuadro de nuestras literaturas regionales, que es tanto como decir en la Literatura española, un puesto muy difícil de llenar.
Se le comparó con Federico Soler (Serafí Pitarra), porque, así como éste llevó á sus obras el alma y el paisaje de Cataluña, los paisajes y el alma de Andalucía llevó Arturo Reyes á las suyas.
Fué un escritor costumbrista, no con la profundidad de un Mesonero, sino con una ligereza aparente, que no se desdeñaba de propender á lo hondo; ni con el alambicamiento de un Estébanez Calderón, sino con una sencillez que tampoco excluía los altibajos. Espejo fiel de la realidad, en las obras de Arturo Reyes habrá que buscar, andando el tiempo, la vida andaluza actual, y ellas servirán á la historia íntima de aquella región hermosa bastante mejor que otras mil producciones de corte andaluz cuyos autores parece que sólo se inspiraron en lo meramente grotesco.
Cosas de mi tierra, Del Bulto á la Coracha. Cuentos andaluces, De Andalucía y De mis parrales, colecciones de cuentos en los que hay algunos que no se cambiarían por novelas muy ponderadas; Cartucherita, El lagar de la Vilueña, La goletera, Las de Pinto y Cielo azul, novelas que alcanzaron repetidas ediciones y señalaron el punto culminante de la fama de su autor; y libros de versos, como Desde el surco, Otoñales y Béticas, éste premiado no ha mucho por la Real Academia Española, en que se da el peregrino caso de un romántico encuadrado en formas clásicas, impecables... tal es el legado glorioso de un gran ingenio andaluz, de un gran ingenio español, que no volverá á deleitarnos con la miel de nuevas prosas y la armonía de nuevos versos.
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