Publicado en Mundo gráfico el 17/9/1913, página 7.
El sol ardiente acaricia
con sus fúlgidos destellos
la llanura y la montaña:
al almiar y al granero
próvido el trigal sonríe;
pica el pájaro en el huerto
el ya sazonado fruto;
bajo el chopo corpulento
duerme el pastor, y el rebaño,
vigilado por los perros,
entre las breñas floridas
sestea; sólo el silencio
turban la brisa en las ramas;
el balar de algún cordero;
del ave, que entre las frondas
se posa, el dulce gorjeo;
en los corrales vecinos
el reto, que siempre es reto
del gallo el canto, y el lánguido,
dulce, quejumbroso acento
con que canta una zagala
de rostro cuyo abolengo
oriental copia en sus ondas
el fugitivo arroyuelo
donde lava, que retrata
sus ojos, grandes y negros
cual blanca es su dentadura
y son sus labios bermejos
y es su tez fina y morena
y son rizos sus cabellos,
que desbordan por debajo
del amplísimo pañuelo
que los cubre, y cual es mórbida
la arrogancia de su seno,
que oprime oscuro corpiño,
y cual es grácil su cuerpo,
que vela la tosca urdimbre
de su rojo zagalejo.
Suspende el cantar la moza
su faena y suspendiendo
la suya un zagal garrido
que con otros compañeros
en los cercanos trigales
agaleillan en el suelo
las espigas que cercenan.
Y brota el cantar, y el viento,
al recogerle en los labios
de la moza, tiende el vuelo
y hasta otros labios lo lleva,
que de los otros son dueños;
dulce cantar que á los labios
del mozo lleva este beso.
Dicen que el llover nos quita
pan y vino, por San Juan:
que llueva, que á mí, serrano,
me alimenta tu mirar.
ARTURO REYES
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