Reseña aparecida en La Dinastía el 21/7/1890, página 2.
La literatura regional ha dado estos días gallarda muestra de existencia, con la aparición de un precioso libro del escritor malagueño don Arturo Reyes. Titúlase la obra, con el epígrafe de una de las novelas cortas que la componen: «¡Estaba escrito!» y consta de cerca de doscientas páginas que una vez concluidas de leer, se antojan exiguas, sintiendo el espíritu que el volumen no sumara seis ú ocho tomos y experimentando la misma pena que cuando se descubre desde la ventanilla, en un rápido viaje de expreso, un paisaje encantador al que enseguida nos arranca la locomotora.
Terminado el tomo de don Arturo Reyes, el entendimiento se queda convencido de que se trata de un artista y de un novelista verdadero, cualidades que no son sinónimas como se cree. En «¡Estaba escrito!» se descubre la habilidad inmensa de desarrollar la fábula de modo que conquiste por grados la atención y despierte el interés; el señor Reyes, que es un modernista declarado, lleva, además, la acción, con extraordinaria lijereza, con brevedad, por impresiones, sin glosas ni comentarios de su parte, de una manera impersonal y objetiva; de aquí la plasticidad y el relieve de sus cuadros; en cuanto á la forma, no puede negarse que se trata de un autor andaluz; es fogosa, ardíente, chispeante, muy viva y consagrando un culto grande al color, culto natural y justificado, pues el señor Reyes sabe pintar con la pluma.
No sé si el señor Reyes aspira á ser novelista popular, ó dicho más claro, retratista de las costumbres del pueblo. El tomo á que me refiero es malagueño puro; en sus diálogos, en sus descripciones, en el ambiente en que viven sus personajes se descubren los barrios vecinos al Guadalmedina; en el lenguaje con que hace hablar á sus figuras no hay nada exótico ni jitanesco; así hablan los matones del Perchel y los obreros del Bulto; de aquí la inmensa naturalidad, lo expontáneo de «¡Estaba escrito!»...
El señor Reyes, para concluir esta noticia á vuelapluma, se ofrece en su obra militando en las filas del naturalismo pero se detiene en esas fronteras hasta donde le acompaña el arte.
(Transcripción de Sara Peláez Pineda)
La literatura regional ha dado estos días gallarda muestra de existencia, con la aparición de un precioso libro del escritor malagueño don Arturo Reyes. Titúlase la obra, con el epígrafe de una de las novelas cortas que la componen: «¡Estaba escrito!» y consta de cerca de doscientas páginas que una vez concluidas de leer, se antojan exiguas, sintiendo el espíritu que el volumen no sumara seis ú ocho tomos y experimentando la misma pena que cuando se descubre desde la ventanilla, en un rápido viaje de expreso, un paisaje encantador al que enseguida nos arranca la locomotora.
Terminado el tomo de don Arturo Reyes, el entendimiento se queda convencido de que se trata de un artista y de un novelista verdadero, cualidades que no son sinónimas como se cree. En «¡Estaba escrito!» se descubre la habilidad inmensa de desarrollar la fábula de modo que conquiste por grados la atención y despierte el interés; el señor Reyes, que es un modernista declarado, lleva, además, la acción, con extraordinaria lijereza, con brevedad, por impresiones, sin glosas ni comentarios de su parte, de una manera impersonal y objetiva; de aquí la plasticidad y el relieve de sus cuadros; en cuanto á la forma, no puede negarse que se trata de un autor andaluz; es fogosa, ardíente, chispeante, muy viva y consagrando un culto grande al color, culto natural y justificado, pues el señor Reyes sabe pintar con la pluma.
No sé si el señor Reyes aspira á ser novelista popular, ó dicho más claro, retratista de las costumbres del pueblo. El tomo á que me refiero es malagueño puro; en sus diálogos, en sus descripciones, en el ambiente en que viven sus personajes se descubren los barrios vecinos al Guadalmedina; en el lenguaje con que hace hablar á sus figuras no hay nada exótico ni jitanesco; así hablan los matones del Perchel y los obreros del Bulto; de aquí la inmensa naturalidad, lo expontáneo de «¡Estaba escrito!»...
El señor Reyes, para concluir esta noticia á vuelapluma, se ofrece en su obra militando en las filas del naturalismo pero se detiene en esas fronteras hasta donde le acompaña el arte.
(Transcripción de Sara Peláez Pineda)
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