Publicada en La Ilustración ibérica el 5/2/1898, páginas 6 y 7.
En marzo de 1896, y con ocasión de haber
dado á la imprenta el Sr. Reyes el tomo de
poesías que lleva por título Desde el surco,
decía yo, desde las columnas de la revista profesional
Centro Pedagógico, que, en cuanto se
despojase el poeta del pesimismo no sentido
que le embargaba y que le hacia aparecer
como un romántico que sólo sentía la inspiración
de un monoideismo, habría de destacarse
la figura del genial cantor, con caracteres propios
y matiz peculiarísimo, en nuestras corrientes
literarias.
Al afirmar, en aquel entonces, tal extremo,
lejos estaba de pensar que el autor de tan
bellas composiciones abandonase la lira, para
entrar de lleno en el campo de la novela, y así,
cuando en el pasado año dio á luz el Sr. Reyes
su obra Cartucherita, creí que la producción
no habría de señalarse sino como un intento
de pintura ó como un descanso en la labor
poética.
Recuerdo que, en el almuerzo que amigos y admiradores de Reyes organizaron, en el pasado abril, para festejar el triunfo de Cartucherita, hubo de sentarse á mi lado Gonzalito
Anaya, un joven que promete mucho, y con él
me condolí de que Reyes hubiese dejado el
verso para cultivar la novela.
Hoy reformo mi juicio, aun lamentando que
el autor de El Contrabandista haya relegado
al olvido las musas; y tanto más es este mi
juicio sincero, cuanto dejo sentada mi equivocación;
y, como palpable prueba de lo que
Reyes puede hacer y da lo que hace, aparece
hoy El Lagar de la Viñuela, no ya como un
cuento más ó menos determinado por el estudio
de caracteres y temperamentos (que, en mi
concepto, es lo que. informa la novela Cartucherita),
sino como una verdadera novela, en la
que resplandece la personalidad artística del
autor de tal forma, que quien conozca á Reyes
sabe que no pueden ser de otro aquellos
giros y aquella diáfana belleza que se transparenta
tras los bellísimos diálogos, y, quien
personalmente no le trata, fácilmente puede
reconstruir la personalidad, merced á la lectura
de cualquiera de los bellos capítulos que
componen el libro.
Se ha asegurado por un eminente crítico, al
tratar de la obra que motiva estas líneas, que
el autor de El Lagar de la Viñuela presiente
lo bello, supliendo con este innato presentimiento
su poco conocimiento de las literaturas,
y yo creo que no es tal presentir lo que caracteriza á Reyes, sino una vibración estética
bajo cuyo influjo todo lo ve al través de un
prisma de una belleza, determinada por el
ambiente andaluz, que constantemente siente
dentro de sí, y cuyo concepto artístico sabe
expresar con tal propiedad, que son sus cuadros
verdaderas fotografías luminosas de una
realidad vivida.
Salvador Rueda y Arturo Reyes aparecen
hoy como cultivadores de lo que, con más ó
menos propiedad, ha dado en llamarse novela
andaluza: los dos han enfocado el objetivo de
sus temperamentos de artista al estudio de los
cuadros y costumbres de esta hermosa tierra;
los dos estudian y sacan sus personajes de la
realidad, y, sin embargo, la factura es distinta,
como distinto es el temperamento de los dos
artistas. Se distingue Rueda por su descriptiva,
por su poesía, por la tonalidad de sus bellísimos
paisajes, por el colorido que siente
dentro de sí, apareciendo en sus preciosas novelas
ese ambiente local, esa frescura propia
del que ha visto y recuerda, con memoria de
artista, cuadros y paisajes que emergen del
fondo de antiguos y bellos recuerdos.
Reyes, por el contrario, no tendrá esa visualidad
de cuadros (tal vez porque no haya
sido actor dentro de uno de esos paisajes) pero
posee una facilidad pasmosa para el diálogo,
conoce más lo interno y sabe buscar la emoción
artística en el estudio de las pasiones, sin
que por eso descienda á análisis psicológicos
ni á procesos pasionales.
La Reja y El Lagar de la Viñuela son novelas
que acreditan la personalidad de cada
autor. Las dos, amalgamando lo descriptivo
de una con el diálogo de la otra, formarían
una obra completísima. En la una, Rueda, con
esa poderosa retentiva que le caracteriza para
la descripción, traza páginas que son verdaderas
maravillas de color y luz, y, en la otra,
Reyes, viviendo en cada personaje, nos deleita
con diálogos y giros, en los que no se sabe qué
apreciar más: si la naturalidad ó la pintura de
los caracteres.
La fábula en que descansa la obra es sencilla:
no podía ser de otra manera, siendo de
Reyes, que ama lo bello en lo no complicado y
que rechaza las disquisiciones psicológicas y
los argumentos que son traídos para plantear
una tesis ó solucionar un problema.
En mi concepto, Reyes vio el cuadro, trató
sus personajes, se bañó en la luz de los montes
de Málaga, aspiró la poesía del paisaje, tal
vez presenció el hecho que informa el libro, é,
impregnado de todos estos elementos, recogidos,
por su temperamento, estos datos, se puso
á escribir, y, de un tirón, sin soltar casi la
pluma, llevando al papel aquellas imágenes que se proyectaban con tanta luz en su sentir,
formó El Lagar de la Viñuela, que es acreedor,
por más de un concepto, al aprecio del
público.
G. PÉREZ ARROYO
2 comentarios:
Una crítica muy emocionante en la que se realiza una comparación entre Rueda y Reyes.
Ambos fueron amigos pero Arturo se sintió decepcionado con él cuando acudió a Madrid ya que Rueda no supo prestarle esa mano amiga que tanto necesitaba mi bisabuelo en esos momentos. Quizás Rueda vio en su paisano más que un amigo a un contrincante que podía hacerle sombra y no se quiso arriesgar...
Muy buen trabajo!!!
Pepa, completamente de acuerdo en tu apreciación sobre la reseña y la relación de Rueda con Reyes.
Muchísimas gracias por tu felicitación y tu comentario.
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