Publicado en La Correspondencia de España. 22/12/1897, n.º 14.565, página 1.
Publicada por «La España Editorial», acaba de ponerse á la venta una nueva novela, escrita por el que, hasta hace pocos meses, era solo conocido de unos cuantos literatos malagueños, y hoy, merced al éxito sincero y espontáneo de su precioso libro Cartucherita, ocupa un puesto distinguido entre la no numerosa pléyade de escritores jóvenes y de porvenir.
Titúlase la originalísima producción de Arturo Reyes, que concluimos de leer, El lagar de la Viñuela, y es, antes que una novela encantadora, un acabado y animadísimo cuadro de costumbres andaluzas, sobre cuyo fondo se origina y desenvuelve un drama pasional, de vigor y relieve tan grandes, que no parece sino que el autor lo arrancó, por intuición maravillosa, á la realidad misma.
Por encima de otros méritos, hallamos en el libro de Reyes una novedad y una verdad tanto más seductoras, cuanto son espontáneas. El conflicto que le sirve de tema, y que no puede ser más corriente, no recuerda, ni en sí, ni en su planteamiento y conclusión, á ningún otro libro; justificando la frase de alguien que, muy justamente, ha dicho que Arturo Reyes, como novelista, no se parece á nadie.
Referir el argumento de El lagar de la Viñuela, siquiera lo hiciéramos á grandes rasgos, equivaldría á quitar al libro uno de sus principales encantos. Enumerar las bellezas que contiene, sería invadir el terreno de la crítica, en que ni podemos ni debemos entrar. Pasar revista á los personajes que en la novela viven, resultaría labor dificilísima para la que nos sentimos sin aliento.
Bástenos decir, ejerciendo tan solo de cronistas sinceros, que el lector que busque en las novelas la resolución de abstrusos problemas filosófico-sociales, discusiones didácticas en que se revuelva cielo y tierra, descripciones minuciosas y detalladas de pueblos, muchedumbres é individuos, con otras novedades modernistas que en la novela se han introducido, no debe en manera alguna molestarse en adquirir la flamante producción de Arturo Reyes, y aun menos perder, leyéndola, un tiempo precioso, porque ciertamente se vería defraudado en sus esperanzas.
Pero el buen aficionado que lea por puro deleite y pasatiempo, ganoso de emocionarse ante el choque de sentimientos y pasiones que serán eternos, porque son humanos y existirán y se repetirán mientras la humanidad subsista; el que guste respirar el aire puro de los montes de Málaga, que vivifica y regenera; el curioso artista que persiga la manera de ser íntima de esa pobre gente que vive apegada á los terruños que rodean un cortijo andaluz, y se interese por el artístico desfile de unos cuantos tipos, clásica y genuinamente malagueños y pintados de mano maestra, ese lector discreto, decimos, debe apresurarse por comprar el libro de que nos venimos ocupando, seguro de recrearse con las peripecias de una historieta, vulgar si se quiere, pero muy cierta y admirablemente referida.
Desde que Arturo Reyes, hace ya algunos años, publicó aquella colección do cuentos á que puso por título Cosas de mi tierra, y de la que no quedan ejemplares, hechóse de ver una condición que, mejorada en Cartucherita, y puesta repetidamente de relieve en los artículos que para los periódicos literarios escribe (apelo á los últimos que han visto la luz en Los lunes de El Imparcial) aparece en todo su apogeo, y con intensidad bastante para hacer la característica de la personalidad de Arturo Reyes, en El lagar de la Viñuela. Esa condición preeminente es el arte inconsciente en el manejo del diálogo, la fidelidad rigurosa con que Reyes copia el lenguaje de los originales que elige para sus fabulas. Las figuras que intervienen en El lagar de la Viñuela, no solo se mueven iluminadas por el sol deslumbrador de Andalucía, sino que hablan todos un idioma típico, original, inconfundible y pintoresco, lleno de incorrecciones de dicción; pero más lleno aún de metáforas y paradojas estupendas, que suspenden el ánimo revelando una fantasía y una gracia incomparables. Aun á riesgo de mortificar al joven escritor malagueño, hemos de decirle que el lector de sus novelas (á juzgar por la propia impresión) está deseando que deje de hablar él para que hablen sus personajes; y no porque enoje, ni mucho menos, lo que él habla, refiriendo lo que los personajes no pueden decir y no dijeron, sino por saborear las gallardías de lenguaje de éstos, los giros y frases con que traducen lo que piensan y sienten, derrochando poesía é imaginación.
La acción de la novela es muy sencilla, natural y va hábilmente conducida desde su exposición al desenlace. Tiene varios momentos de esos que deciden, aunque no sea más que uno solo, del éxito de cualquier obra artística; y los caracteres, dibujados todos con vigor, se sostienen durante toda la novela, á excepción de uno: el de la protagonista. En el cambio problemático que experimenta La Viñuela, amando primero á un hombre y luego á otro, es donde los teorizantes del amor único hallarán algo que discutir. Para nosotros, sin embargo, el suceso es de lo más natural del mundo. Siempre fueron cosas muy distintas la psicología y la fisiología ¿Y qué de particular tiene que la que al amanecer a la vida sintió un afecto y se rindió á la sugestión de un instante, olvide, ayudada por los rencores y la ausencia, su caída, para entregar más tarde el alma entera á otro hombre diferente en todo al que abusó de su inocencia?... Eso pasa todos los días.
No incurriremos en la exageración de diputar al Sr. Reyes como un novelista ya completo, en el apogeo de la producción y rivalizando con los grandes maestros en el arte difícil de novelar. Pero sí diremos que Arturo Reyes se reveló en Cartucherita como una esperanza y en El lagar de la Viñuela aparece como una realidad. Posee lo que no se aprende, lo que no es susceptible de apropiación, lo esencial, ante todo, para ser un escritor con personalidad. Y si algo le incita, es precisamente lo que con el estudio, la reflexión, la lectura de los buenos modelos y la práctica constante, puede sencillamente adquirir, á poco que se esfuerce, dando días de gloria a las letras.
Tampoco entramos en el escabroso terreno de las comparaciones. El género con que Arturo Reyes concluirá por ser una especialidad, es demasiado original para que necesite de parangones de ninguna clase. Y basta con lo dicho para dar cuenta a los lectores de la aparición do un nuevo libro, que ha de despertar gran interés, y deseamos obtenga un éxito igual al de Cartucherita, cuya primera edición se agotó en pocos días.
Uno de éstos publicaremos algún capítulo de la obra, como demostración de cuanto hemos indicado, y seguros de que los lectores nos lo han de agradecer. Mientras tanto, enviamos al joven escritor que tan sin descanso nos ofrece muestras do su ingenio, nuestro parabién más sincero y entusiasta.
Antonio Cánovas y Vallejo.
Pero el buen aficionado que lea por puro deleite y pasatiempo, ganoso de emocionarse ante el choque de sentimientos y pasiones que serán eternos, porque son humanos y existirán y se repetirán mientras la humanidad subsista; el que guste respirar el aire puro de los montes de Málaga, que vivifica y regenera; el curioso artista que persiga la manera de ser íntima de esa pobre gente que vive apegada á los terruños que rodean un cortijo andaluz, y se interese por el artístico desfile de unos cuantos tipos, clásica y genuinamente malagueños y pintados de mano maestra, ese lector discreto, decimos, debe apresurarse por comprar el libro de que nos venimos ocupando, seguro de recrearse con las peripecias de una historieta, vulgar si se quiere, pero muy cierta y admirablemente referida.
Desde que Arturo Reyes, hace ya algunos años, publicó aquella colección do cuentos á que puso por título Cosas de mi tierra, y de la que no quedan ejemplares, hechóse de ver una condición que, mejorada en Cartucherita, y puesta repetidamente de relieve en los artículos que para los periódicos literarios escribe (apelo á los últimos que han visto la luz en Los lunes de El Imparcial) aparece en todo su apogeo, y con intensidad bastante para hacer la característica de la personalidad de Arturo Reyes, en El lagar de la Viñuela. Esa condición preeminente es el arte inconsciente en el manejo del diálogo, la fidelidad rigurosa con que Reyes copia el lenguaje de los originales que elige para sus fabulas. Las figuras que intervienen en El lagar de la Viñuela, no solo se mueven iluminadas por el sol deslumbrador de Andalucía, sino que hablan todos un idioma típico, original, inconfundible y pintoresco, lleno de incorrecciones de dicción; pero más lleno aún de metáforas y paradojas estupendas, que suspenden el ánimo revelando una fantasía y una gracia incomparables. Aun á riesgo de mortificar al joven escritor malagueño, hemos de decirle que el lector de sus novelas (á juzgar por la propia impresión) está deseando que deje de hablar él para que hablen sus personajes; y no porque enoje, ni mucho menos, lo que él habla, refiriendo lo que los personajes no pueden decir y no dijeron, sino por saborear las gallardías de lenguaje de éstos, los giros y frases con que traducen lo que piensan y sienten, derrochando poesía é imaginación.
La acción de la novela es muy sencilla, natural y va hábilmente conducida desde su exposición al desenlace. Tiene varios momentos de esos que deciden, aunque no sea más que uno solo, del éxito de cualquier obra artística; y los caracteres, dibujados todos con vigor, se sostienen durante toda la novela, á excepción de uno: el de la protagonista. En el cambio problemático que experimenta La Viñuela, amando primero á un hombre y luego á otro, es donde los teorizantes del amor único hallarán algo que discutir. Para nosotros, sin embargo, el suceso es de lo más natural del mundo. Siempre fueron cosas muy distintas la psicología y la fisiología ¿Y qué de particular tiene que la que al amanecer a la vida sintió un afecto y se rindió á la sugestión de un instante, olvide, ayudada por los rencores y la ausencia, su caída, para entregar más tarde el alma entera á otro hombre diferente en todo al que abusó de su inocencia?... Eso pasa todos los días.
No incurriremos en la exageración de diputar al Sr. Reyes como un novelista ya completo, en el apogeo de la producción y rivalizando con los grandes maestros en el arte difícil de novelar. Pero sí diremos que Arturo Reyes se reveló en Cartucherita como una esperanza y en El lagar de la Viñuela aparece como una realidad. Posee lo que no se aprende, lo que no es susceptible de apropiación, lo esencial, ante todo, para ser un escritor con personalidad. Y si algo le incita, es precisamente lo que con el estudio, la reflexión, la lectura de los buenos modelos y la práctica constante, puede sencillamente adquirir, á poco que se esfuerce, dando días de gloria a las letras.
Tampoco entramos en el escabroso terreno de las comparaciones. El género con que Arturo Reyes concluirá por ser una especialidad, es demasiado original para que necesite de parangones de ninguna clase. Y basta con lo dicho para dar cuenta a los lectores de la aparición do un nuevo libro, que ha de despertar gran interés, y deseamos obtenga un éxito igual al de Cartucherita, cuya primera edición se agotó en pocos días.
Uno de éstos publicaremos algún capítulo de la obra, como demostración de cuanto hemos indicado, y seguros de que los lectores nos lo han de agradecer. Mientras tanto, enviamos al joven escritor que tan sin descanso nos ofrece muestras do su ingenio, nuestro parabién más sincero y entusiasta.
Antonio Cánovas y Vallejo.
2 comentarios:
Esta crítica es muy importante para el autor por la importancia que D. Antonio Cánovas y Vallejo tuvo para Arturo. En los próximos días publicaré en mi blog como ambos se conocieron, historia digna de ser escuchada.
Saludos
Muchas gracias por toda esta detallada información. Es difícil encontrar para estas novelas que quizás no llegaron a ser cumbre de nada, pero que sin ellas nuestra historia literaria quedaría como un guiso sin sal.
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