El ilustro periodista D. Cristóbal de Castro, encauzando su iniciativa y su acción hacia una eficacia social, simpática; práctica en extremo, se ocupa estos días, con la actividad en él peculiar, de la organización de una Asociación de publicistas.
Útil y notable, como suya, es la iniciativa del brillante cronista. La nueva Asociación, según los propósitos de su organizador, será una garantía y un arma que defienda los derechos de cuantos viven de escribir.
«La Asociación de publicistas—dice anoche Castro en el «Heraldo»—no establece lucha de clases, ni guerra de tarifas, ni fieros males económicos». Orea, sencillamente, una organización para vender los
libros por su cuenta; se vale de los medios de propaganda y de publicidad que le cuestan menos y tiende á suprimir los intermediarios. La cosa es clara como el día y tan fácil que más no puede ser.
Esto en el orden financiero, fin inmediato y próximo, como diría cualquier intérprete de Kant. Pero como la Asociación no estará constituida por hombres guarismos, sino por hombres de ideal, el ideal mediato ó remoto—no tan mediato ni remoto que lleguemos á él con canas— será la difusión del libro hasta convertirlo «en cosa de primera necesidad», como insinúa, con hidalgo romanticismo y noble afán patriótico, el Sr. Palacio Valdés.»
Entre los adheridos á la idea de fundar la Asociación de publicistas, que apenas ha salido aún del Ateneo, figuran ya ilustres literatos y periodistas como Palacio Valdés, Arturo Reyes, Pérez Zúñiga, Hoyos y Vinent, Enrique de Mesa, Villaespesa, Luis de Oteyza, Gómez de la Serna, García Sanchiz, Rafael Urbano, Bejarano, Gómez-Hidalgo, Antón del Olmet, Canitrot, Romero de Quiñones, Juan Pujol, Luis de Terán, Rafael Torromé, Pérez de Ayala, Alonso Cortés y otros.
Mañana martes, á las cinco de la tarde, celebrarán en el Ateneo Junta general y en ella quedará constituida la Asociación de publicistas.
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