viernes, 8 de febrero de 2013

Reseña ''De Mis Parrales''


DE MIS PARRALES (Cuentos andaluces), por Arturo Reyes. Málaga, 1911. 

Todo depende del punto de vista en que se coloque el que juzga. Acerca de este libro poco trascendental he oído el siguiente insignificante dialoguillo:

 —¿Ha visto usted el último libro de Reyes?

—El último ó el primero... ¡Qué más da! Siempre es la misma historia eterna de la moza juncal y el galán retrechero y el traidor de las negras intenciones y...

—No, no, no vale juzgar tan de ligero. Por de pronto estos relatos son de una moral absolutamente sin mancha, lo que los hace propios para libro de familia aquí donde todos escriben con la intención puesta en los jóvenes livianos y los viejos corrompidos.

—¡Oh! sí; morales lo son. Al final el réprobo se retira vencido y burlado y los firmes amantes ven lucir el sol de su dicha. ¡Ojalá fuera así en la vida!
   
—Motivo de más para que hagamos que ocurra en los libros: pequeña sociedad arbitraria donde podemos repartir á nuestro talante premios y castigos. ¿No nos quejamos todos de lo mal que está el mundo? Arreglemos siquiera el que nosotros creamos, donde viven los hijos de nuestra fantasía, ya que en el que nosotros habitamos son harto ineficaces nuestros esfuerzos.
   
—Eso no se puede negar: Arturo Reyes representa á maravilla su papel de paternal providencia. ¡Lástima que no forme alguna vez gobierno para que nos haga tan felices á todos los españoles como á los muñequillos de sus cuentos!

—¡Muñequillos!... Criaturas vivas y bien vivas... Fíjese usted si no en los diálogos. ¿Dónde leyó usted algo más real?
  
—Verdad es; las palabras sí. ¡Pero las almas! La Andalucía que todos conocemos es una tierra triste y sin ventura, donde los campos son propiedad de unos cuantos señorones, y los riegos propiedad del cielo; donde los caciques tiranizan y explotan provincias enteras y el hambre y la ignorancia son los supremos resortes de gobierno; para cuyos habitantes no hay sino emigrar en busca de tierras y hombres menos crueles, ó sufrir por toda la vida la más negra miseria. En vez de este pueblo infeliz, en los cuentos de Reyes nos encontramos con una raza de cotorras, de lengua expedita y mollera rellena de chistes y retruécanos, que no piensan más que en zambras y galanteos como los moros de guardarropía de los romances moriscos. No pueden ser así los andaluces. ¡Si da ganas de tener en casa una parejita de esas, metida en una jaula para que nos amenicen las sobremesas!

—Claro que no son así... ¡Bonitos cuentos resultarían si los pintaran como son ellos! ¡Como somos todos! Usted antes de presentarse en sociedad se pule, afeita, riza, adoba y acicala. Un libro siempre es cosa de sociedad. ¿Dónde quedaría la moral si saliera usted desnudo por las calles ó si se refirieran las cosas en las novelas tal como pasan en la vida? Por eso lo alababa antes como libro de familias.

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