Publicado en La Unión ilustrada. 10/4/1910, página 3.
—Albricias querido Martín, albricias.
—¿Qué, qué es lo que ocurre que tan fuera de sí te pones?
—Una gran noticia, incrédulo amigo.
—Grande, agradable y buena tiene que ser cuando tan con(ten)tento te encuentro.
—Si señor; muy grande, muy agradable y muy buena.
—Pues ponme en conocimiento de ella que ardo en deseos por saber la causa de tu regocijo. ¿De quién se trata?
—Ahí es nada. Se trata del mago del habla andaluza, del maestro entre los maestros, del cantor de esta bendita tierra, de...
—Arturo Reyes, no sigas. Nadie como él merece tales calificativos.
—Has acertado por vez primera en tu vida.
—Y ha motivado esa explosión de entusiasmo, tan extraña en tí, la publicación de sus poesías.
—Estás inspirado, sigue.
— ¿A tí que te han parecido?
—Valiente pregunta. Pues sencillamente maravillosas, estupendas, sin comparación.
—Pero entre las muchas que integran el libro, habrá alguna que te satisfaga más que las restantes.
—Tropezastes [sic], amigo, tropezastes [sic]. Si me viera obligado á señalar una entre todas, me vería en un brete. Todas son igualmente hermosas y están igualmente bien hechas, ¿Tú no los has leidos?
—Sí, pero á pesar de ello, quería conocer tu opinión.
—Que es igual á la mía.
—Y más entusiasta aún.
—Yo, en verdad te digo, que me ocurre con las obras de Reyes lo que con ningunas. Cuando leo la última línea de una de sus obras quedo con grandes deseos de volver á comenzar, en la seguridad completa de encontrar bellezas y grandiosidades que me encanten nuevamente.
—¿Te has fijado en la que titula «Jimera de Libar?»
— Y en la que llama «Invierno,» y en «Y qué?» y «En Roma» y «En el mercado» y en todas.
—Es un libro que colocaría su nombre aun más alto si tan a to no estuviese ya.
—¿Enviamos desde estas líneas nuestro aplauso más entusiasta?
—Modesto y de poca resonancia es, enviémosla.
ABEL SECANO
0 comentarios:
Publicar un comentario