viernes, 11 de enero de 2013

Reseña de El lagar de la Viñuela





No se ha dormido D. Arturo Reyes sobre los laureles que le adjudicó la prensa por su novela Cartucherita. Acaba de dar á la imprenta otra novela andaluza: El lagar de la Viñuela, que también ha sido celebrada por los periódicos, aunque un poco menos que aquélla, quizá porque el D. Arturo Reyes de Cartucherita era un descubrimiento, y el de El lagar de la Viñuela, como está ya descubierto, ofrece menos interés para la prensa, que busca cada día novedades literarias, como las busca en la política, en la crónica criminal y en todos los órdenes de la vida, persiguiendo el modo mejor de entretener á sus lectores y sostener la competencia natural que existe entre los papeles públicos.

El lagar de la Viñuela no es inferior á Cartucherita. En conjunto puede considerarse como superior, como más novela, si bien sus defectos y sus cualidades dignas de aplauso, son en realidad los mismos que los de aquella otra obra.

Todo lo que en esta novela es descripción de las costumbres populares andaluzas, ó diálogo entre los personajes en el habla peculiar, graciosa y expresiva, alegre y honda á la vez, de la tierra de María Santísima, resulta espontáneo, lleno de frescura y de color local. En cambio la acción de la novela es pobre en su concepción y en su desarrollo. El hecho capital de que dependen todas las demás: la caída, digámoslo así, ó el tropezón amoroso de la Viñuela es un recurso literario primitivo, á la altura de las novelas por entregas. Es la historia de siempre. Dos novios, cuyas relaciones han sido castas, hasta que un día, en vísperas de larga separación (él marcha á Cuba de soldado), entra el galán á despedirse de la doncella en la alcoba de ésta, lo cual produce á los nueve meses el nacimiento de una criatura.

Los matrimonios legítimos infecundos que estén mal avenidos con la falta de prole deben de contemplar con verdadera envidia esta fecundidad infalible de los amantes de novela. Basta que tengan conversación á solas un momento para que se siga fatalmente el fruto de la falta con todas sus consecuencias. Y es natural que sea así, porque de lo contrario no habría novela.

El hecho es, volviendo á la novela del Sr. Reyes, que la heroína de su historia es madre mientras el novio pelea en Cuba con los insurrectos. Con la ausencia se les pasa á entrambos el amor y al mismo tiempo se enamora de la Viñuela (llaman así á Dolores, la protagonista de la obra, por la Viñuela en que vive) otro mozo que, por obligaciones de gratitud con la familia del ausente, se ve obligado á ocultar sus sentimientos, mas no tanto que no los advierta y no corresponda á ellos la muchacha. Y cuando vuelve el novio de Cuba, ya oficial, y más resignado á las justas nupcias que deseoso de ellas, ve que no es amado y se decide á dejar  el campo libre á su competidor.

Las principales escenas de la obra valen más, consideradas aisladamente, que el conjunto. El Sr. Reyes traza  excelentes cuadros de costumbres, pero no es todavía un novelista consumado. Sin embargo, su obra se lee con gusto, aunque no conmueva hondamente. Y para el público en general, el asunto mismo, por lo que tiene  de pintura de costumbres y tipos andaluces (que es, al cabo, lo principal en el libro), ofrece un atractivo que contribuirá, sin duda, al buen éxito de esta novela, como contribuyó al de Cartucherita. Lo andaluz es, de lo regional, lo que más agrada á la masa general del público de las obras literarias. Débese esto, no sólo al flamenquismo, que no es cosa nueva, y ofrece, por otra parte, grandes afinidades y semejanzas con el antiguo manolismo madrileño, sino también á que en las costumbres andaluzas aparecen realzados dos de los rasgos más salientes del carácter nacional: la galantería y la guapeza, lo cual, unido al gracejo de los naturales de aquellas provincias y á lo pintoresco y donoso de su lenguaje, hace que una novela ó una poesía andaluza, en igualdad de mérito, tenga más público que una novela ó una poesía gallega ó catalana.

Cuando los viajeros de otros países toman por rasgos distintivos y por personajes típicos de España al torero ó á la cantadora andaluza, nos reimos de sus exageraciones ó las llevamos á mal, si las tomamos en serio. Pensándolo más despacio, se explica que un extranjero, al estudiar superficialmente, como puede estudiarse en el curso de un viaje ó en una breve estancia, un país poco conocido, como el nuestro, se fije en  lo exterior y aparente de las costumbres y deduzca de las aficiones populares conclusiones de esas que no suele agradarnos ver impresas, aunque miradas imparcialmente sean muchas veces una simple exageración de la verdad.


E. GÓMEZ DE BAQUERO.

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