Publicado en Nuevo mundo el 26/11/1903, página 5.
Estaba Currito el Trueno,
un mozo de los de ácana,
cabizbajo y pensativo
en su cubril — una sala
con alcoba del famoso
corralón de Santa Bárbara,—
cuando entrando en su aposento
el Quiqui de la Coracha,
tras darle los buenos días
y sentarse y la petaca
ofrecerle, así le dice:
—¡Compadre, valiente cara,
pos diga usté que parece
que está usté jaciendo gárgaras
de sal y limón!
—De tiros
que me peguen en las glándulas
ú otra parte cualesquiera
son las que á mi me hacen falta.
—Válgame un divé, compadre,
y cómo está la mañana.
—¡Cómo quiere usté, don Quiqui,
que esté, cuando tengo el alma
que de negra mete miedo!
—Pero, ¿qué es lo que le pasa,
se le ha ensuciao la pechera,
ú roto la americana,
ú descompuesto el cordaje,
ú se le ha puesto á usté agria
la bebía?
—No, compadre,
que lo que á mi me maltrata
y me achicharra la sangre
y el corazón me achicharra
es una gachí, una jembra
de órdago.
—¿La Tirana?
—Cá, nó.
—¿La Tripicallera?
—Cá, no.
—¿Pepa la Calandria?
—Cá, nó.
—Cá, nó, ¡caballeros!
pos diga usté que esa dama es un duende.
—¡No es mal duende!
Una jembruza
que espanta
de bonita, con dos ojos
que alumbran más que dos lámparas;
con un pelito anillao
que si lo suelta le arrastra
como si fuera una túnica;
la boca como la grana,
la nariz cual la de un cromo,
[verso ilegible]
por pecho y una cintura
más fina que una pestaña;
con dos pies que nadie sabe,
mirándolos, con qué anda;
y con un metal de voz
y una...
—Compadre, ó se calla
ú me piro; no comprende
usté que oyéndolo pasa
cualquiera el cólera mormo
y el colorín y la sarna
y las fiebres tifoideas...
—Pos si la viera usté echaba
á correr; usté no sabe,
compadre, cómo las gasta
esa gachí cuando mira
con mala intención y mala
sangre, de la cual le sobra
pá estibar una fragata,
y á pesar de ser asín
yo diera por conquistarla
tóas mis cuatro laterales
y la sangre que me canta
mi querer en tos los pulsos...
—Y ella qué, ¿cuándo usté pasa
por su vera, nunca pierde
los colores de la cara
ni el compás?
—Na, naita pierde.
—¿Pero quién es?
—Un pantasma.
—¿Y aonde vive?
—¡Se ha mudáo!
—Pos cuando usté se lo calla
será que callarlo debe.
—Es, compadre, que se trata
de un imposible.
—¡Imposible!
A la corta ú á la larga
no hay bajo de las estrellas
naita imposible, y no hay plaza,
compadre, que no se rinda,
ni torre que no se caiga,
ni muerto que no se pudra...
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............................................
Y cuando ya se alejaba
el Quiqui, murmuró el Trueno,
al par que con la mirada
desde el balcón lo seguía:
—¡Con que, compadre, no hay plaza
que no se rinda! Si usté
viese quién es quien me mata
ni asín me aconsejaría,
ni asín tampoco me hablara!
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