miércoles, 9 de enero de 2013

El Lagar de la Viñuela. Capítulo vigésimo primero


Araceli, sentada al lado de su madre, miraba de reojo, y como temiendo ser sorprendida, á su padre; el Chamullo y el porquero alargaban el cuello desde la puerta, saboreando anticipadamente las ricas viandas, y los perros, sentados sobre sus patas traseras, aguardaban inmóviles y resignados las sobras del festín.

Este duró largo rato; las preguntas al heroico militar sucedíanse sin orden ni concierto; por fin, éste tomó la palabra, lo cual hizo con ligero énfasis; la narración fué interesante y escuchada por todos con religiosa atención; la cortijera suspiraba aparatosamente ora de gozo, ora de pena, según las impresiones del relato.

El semblante del narrador habíase animado al recordar los hechos de armas en que tomara parte; chispeábanle los ojos, y su acento resonaba sonoro y sugestivo.

Sentíase Bernardo, oyéndole, avergonzado de su insignificancia; el señor Juan rezaba en penitencia por el despego con que hubo de tratar en tiempos pasados á aquel genio de la guerra; Dolores no perdía una frase, y el Chamullo seguía alargando el cuello, con lo ojos de par en par y la admiración pintada en el bronceado semblante.

Cuando hubo terminado Agustín, todos salieron al llano ahitos y perezosos.

Pronto empezó á languidecer la conversación; Bernado hacía como que dormitaba: no quería ver ni las estrellas del cielo; ya tenía bastante con la procesión de servitas que se le paseaba por el alma.

 Los Cantuesos, después dé mirarse con aire malicioso, se levantaron simultaneamente. ¡Tendrían los muchachos tantas cosas que decirse! La cortijera miró al hijo del de Casariche; no pasó para éste inadvertida la mirada; comprendió que era una orden; pero dolíale tanlto dejar á solas á los prometidos, que oprimió los parpados con ira, dispuesto á no moverse, lo cual habría hecho á no decirle su padre con acento de reproche:

—Vaya, hijo, anda, y jéchale el tordo ar pasero.

Levantóse el zugal lentamente, y lentamente se alejó, mientras la señá Tomasa miraba al viejo con extraña expresión de complacencia.

—¿Qué le pasa al mozo, abuelito? Parece otro; antes estaba siempre más alegre que un guitarro, y hoy parece que está rezándole siempre á los difuntos —díjole Agustín al de Casariche.

—Er caráiter es como la armendra amarga, que mientras más maura, más rejelea.

Cuando quedaron solos Dolores y Agustín, la primera estaba como en un potro, y el segundo sin saber cómo desplegar las guerrillas; Araceli dormía en brazos de su madre.

—Se hace preciso que hablemos de lo que más nos interesa—dijo, por fin, el descendiente de los Cantuesos, ehándose al agua de golpe y porrazo.

—Jablemos de lo que tú quieras—repúsole, sin mirarle, Dolores.

—No puedes figurarte tú, prima de mi alma, las horas tristes que he pasado pensando en que una bala podía poner fin á mis buenos pensamientos, y dejar á ustedes sin más sombra que la que da este árbol ya sin ramas. Eso me ha hecho venir á devolverte la tranquilidad antes de proseguir peleando con la fortuna. ¿Te acuerdas de cuando yo te decía que yo no había nacido para esto? Ya ves como era verdad, cómo yo tenía razón en no resignarme á esta vida sin horizontes.:

—Ya se ve que sí, que icias bien, que tenías retemuchísima razón—le repuso la huérfana con acento irónico.

—Y si tú supieras cómo me he acordado de ti siempre; siempre ha sido tu recuerdo la fuente donde yo bebía cuando me amargaba el dolor la boca; cada vez que me daban un ascenso, pensaba yo: «No paro hasta que sea general,» y no pararé; quiero que vivas como una reina; que si has sufrido como uno, goces como ciento, y darte por cada hora de tristeza un siglo de felicidad.

—Muchas gracias por tus güenos propósitos, Agustín, muchas gracias.

—¡Muchas gracias! ¡Cómo lo dices! Cualquiera juraría, Dolores, que habías con segunda y con tercera, y que estás triste, y que te suena mal lo que te digo.

—Ni estoy triste, ni me suena mal lo que tú me dices; es que er tiempo me ha puesto cavilosa, y no se limpia er campo ó zarzales en un minuto.

—No creía yo que me guardases tanto rencor; ¡estaba tan loco por ti, Dolores mía!

—Lo estabas, tú lo has dicho.

—Lo estaba y lo estoy; si no fuera así, ¿hubiera yo vuelto?

—Tú nos has güerto por mí; tú has venío por ti, por ti mesmo; poique, como tiées consencia, la consencia te ha rempujáo y te ha jecho venir contra tó el torrente de tu gusto: si eso que ices juera verdá, hubieras güerto á los dos años; pos antes que tantos galones y tantas cruces es esta probe niña, ya que no yo, pues yo pá mí no quería ná, ni pío ná; yo ya lo que perdí no lo gano, ni manque me vaya á un desierto á jacer penitencia.

—Si yo no he vuelto á los dos años, es por crearte, tanto á ti como á esa niña, una posición, para
conseguir lo cual tú no sabes, tú no sabes cuántos temporales he tenido que resistir; tú no sabes lo que es la vida del soldado; pero todo lo llevaba con resignación por ustedes, solamente por ustedes.

—¡Por ostedes! Por ti; poique eres una agonía que nunca arremata, poique to lo quieres pá tu presona, poique te inrrita no poer icir al sol que mos alumbre ó que no mos alumbre; ¡ices que tú has pasáo penas! ¿Qué penas has pasáo tú? A ti, ¿que te ha dolio? El cuerpo, ¿verdá? Pos á mí me ha dolió algo peor, me ha dolío el alma; á mí me desprecia to er mundo; yo, dende que tú te juiste, soy una cualesquiera, á quien naide mira á la cara, á quien toito er mundo le juye; y si no hubiera sío por los tuyos, ya me hubiera tiráo con este angélico por una torrentera.

—Habrá sido una mala interpretación del deber en mí; yo pensaba que el mejor camino era el que había adoptado; pero, en fin, si hice mal, aquí me tienes dispuesto á pedirte perdón, perdón que te pido—dijo Agustín, en quien la hermosura de Dolores en aquellos instantes, con los ojos cargados de luz, encendida la tez, y la voz llena y armónica, había despertado la sed tanto tiempo adormecida.

—¡Perdonarte! ¡Ya lo estás!—repúsole la huérfana con amarga ironía.

—Gracias, Dolores -prosiguió Agustín, posando en ella sus ojos llenos de voluptuosidades.—Yo te juro que te amo como antes te amé; que tú has llenado con tu recuerdo mis noches y mis días; que tú, únicamente tú, has sido y eres mi única aspiración; que lo mismo hoy que ayer tu hermosura me vuelve loco, y que necesito que tus ojos, esos ojos tan dulces y tan bellos, me miren, no como me miran, sino como me miraron cuando no tenía yo en el mundo más que mis sueños y tus caricias.

—Cá año no tié más que una primavera, Agustín, como no tié más que un otoño.

—Pues es preciso que florezca de nuevo el rosal, y que no me puncen tanto sus espinas.

—Eso es lo que le quéa al rosal meramente, ¡espinas!

—Yo se las sacaré una por una; yo lo cuidaré tanto, que lo veré de nuevo cubrirle de capullos.

—¿Poiqué no viniste cuando fué debío?—exclamó Dolores con ira y con dolor.

—Porque no te quiero cortijera; porque tú eres yo, y yo no he nacido para esto; porque quiero que
el aro sea digno de la piedra; porque es mucho, pero mucho, lo que te quiero.

Y Agustín se incorporó lentamente, inclinándose sobre Dolores, con los ojos llenos de pasión y el beso en la boca.

Y Dolores se puso lívida, y miró á su alrededor asustada; Bernardo estaría observándolos seguramente; además, de ningún modo debía aceptar el beso de aquel hombre; tiempo le quedaba en que tener que soportarlo, y al pensar esto incorporóse violentamente y rehuyó brusca y decidida á los  de Agustín.

Este palideció á su vez, enrojeció luego, lastimado en su amor propio, y dominando sus, despechos, murmuró acercando su rostro al de Araceli:

—Deja que la dé un beso.

Momentos después separábase Agustín de Dolores, con el semblante contraído por la cólera y el desaliento.



CAPÍTULO XXII

Lo que puede una frase. 



Cuando Agustín se vió entre sábanas, desde donde podía contemplar por el entreabierto balcón un trozo de cielo tachonado de estrellas y la falda del monte cercano; cuando se encontró á solas con su pensamiento, pasada la primera impresión del despego de Dolores, dedicóse á poner en orden sus ideas, á coordinarlas debidamente, á someterlas á la disciplina; ¡pero que si quieres!


[(Se continuará)]

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