Publicado en: Nuestro tiempo (Madrid). 7/1902, n.º 19, página 153 y 154
CUENTOS
DEL BULTO Á LA CORACHA
DEL BULTO Á LA CORACHA
De nuevo aparece al juicio del público y de la crítica el nombre del distinguido novelista malagueño que en El lagar de la Viñuela, Cartucherita y La Goletera, conquistara crédito envidiable y se nos mostrara como uno de los más dignos de estimación en la república de las letras.
No es el libro que ahora da á luz Arturo Reyes, de la importancia de los por él publicados con anterioridad. Colección de cuentos de novelitas cortas, mejor dicho, su gestación ha de haberle sido menos fatigosa, más ligera en su conjunto. Parece un volumen producido para satisfacer apremios de editor, impaciente por la explotación de una mina que él ha de considerar con justicia filón de valiosísimo metal.
Hay en Del bulto á la Coracha, en efecto, capullos de novela que son si acaso un suspiro. Empieza á gustarlos apenas el lector, cuando el hilo del interés se extingue y el relato muere, para renacer á poco en otro cuento novelesco que no es mucho mayor de proporciones que su antecesor en la serie del nuevo libro.
Por todo lo dicho, ¿puede afirmarse que el volumen de Arturo Reyes es menos digno de consideración para el examen de la crítica? En honor de la verdad, no. Aparte de que no es en literatura, como no es en otras muchas manifestaciones del Arte, la cantidad, condición determinante del mayor ó menor mérito de la obra, ésta que ahora examinamos ofrece, para mayor honra del autor, varios casos de episodios conmovedores é interesantes en cuatro líneas bosquejados y resueltos; y claro está, que tanto mayor será el riesgo corrido por un autor, cuanto mayor sea el número de hechos psicológicos que plantee, pues necesita que constantemente le acompañe el acierto, para no dar en algunos de ellos por lo menos motivo de disgusto, ocasión de poco convencimiento, ó espacio á las manifestaciones de desagrado de la crítica.
Desde luego lo realizado por Arturo Reyes en su nuevo libro acusa un alarde de su fantasía de novelador.
Entrando en otro orden de ideas, quería la gente, y desearíamos los que á Arturo Reyes queremos bien, que manifestara su potencia creadora alguna vez que otra en obras cuyos personajes se movieran en otro ambiente y vivieran en sociedad distinta. No cabe dudar que había de serle fácil el triunfo, y nos fundamos para hacer esta afirmación en que no es rnenester mayor cantidad de arte para el empeño en que quisiéramos verle, que para los hasta ahora por él realizados; antes entendemos que encontraría mayores facilidades, pues al entrarse con su observación y su pluma por campos de más apacible serenidad y al reflejar hechos y secesos presentados en sociedad de mejor ralea, es indudable que no tendría necesidad del esfuerzo que ahora derrocha para presentar, casi idealizados, sentimientos, personas y cosas que palpitan, se mueven y acontecen en los más bajos escenarios. Quien logra triunfar con tales elementos, no es presumible que naufragara en más puros horizontes.
Hay en el nuevo libro de Arturo Reyes novelitas como La niña de los claveles, Del bulto á la Coracha, ¡Pitejo! y Una partida serrana, que interesan y se leen con agrado; y hay otras, como la titulada El de la Umbría, que son un modelo en su género y bastan á acreditar á quien las produce.
El de la Umbría es un contrabandista compendio de gallardía y guapeza, que llega á la posesión de la hembra de sus amores después de matar á dos rivales y medio matar al hermano de su novia, La Jabalina, una andaluza tenaz y constante en sus amores por el guapo que la corteja.
Alrededor de la tragedia de este asunto, que tiene como escenarios de sus diversas partes una venta andaluza, la plaza de un pueblo, un casino, de pueblo también, la vivienda de La Jabalina y el puente del Tejarillo, todos descritos de mano maestra, pululan otros personajes, todos de carne y hueso y se agitan los más opuestos sentimientos, y luchan las más encontradas pasiones, para concluir todo al cabo huyendo los amantes, á lomos de Cartujano, un hermoso potro andaluz de cabos finos como pinceles, pecho robusto, aventadas narices, marcado cuello y gran alza, luego, por supuesto, de haber El de la Umbría atravesado el pecho de un balazo al hermano de La Jabalina, por atreverse á romper á tiros la dulce comunión amorosa de los amantes.
Arturo Reyes, digámoslo para acabar estas notas acerca de su nuevo libro, mantiénese en Del bulto á la Coracha á la altura de su reputación y de su nombre.
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