viernes, 7 de diciembre de 2012

Reseña ''De Mis Parrales'' (IV)


Publicado en: El Siglo futuro. 17/1/1912, n.º 2.161, páginas 1 y 2.



DE MIS PARRALES

Cuentos de Arturo Reyes.

Toda una cosecha de sus parrales andaluces ofrece el simpático Arturo Reyes en su volumen último, titulado Ut supra.

No se si la cosecha viene en cestas primorosas de racimos opulentos, esplendidos, que manan savia moza por el recién cortado sarmiento de la madre parra; racimos de uvas cabrioles, mollares, corazón de cabrito, y de las que en otras partes llaman albillas, de botón de gallo, de colgar, de Santa Paula, del barco, etcétera, ó más bien en generoso, vino malagueño de célico olor, de calor vital, como que es el aliento condensado en fluido de los besos del sol andaluz a la prole de la parra; de saber que transciende á cuanto alegra el corazón del hombre.

Tal vez es así como viene esta cosecha de los parrales de Arturo Reyes, en vino, Málaga puro, embotellado como se embotella la luz en el carbón para que la goce quien, conociendo el sabor local, sepa désembotellar del carbón la luz;   en sendas curvas donde cualquiera, aun sin conocer el sabor local, pueda ver lo que da la tierra de los parrales héticos.

Dije de la luz embotellada en el carbón, por la forma perediana con que ArturoReyes refleja el lenguaje tosco, sin gramática, de sus personajes, introduciéndolos en la narración con su propia labia, sin quitar ni poner una tilde á la espontaneidad incorregible de un ingenio popular más atento á la elocuencia del verbo mental, siempre agudo, que la elocuencia del verbo oral, informe siempre, aunque siempre grácil, siquiera no entiendade elocuencias, ni de verbos ni de monsergas académicas.

Ni espacio ni tiempo dispongo para más; ni más necesita para ser conocido en su última producción, quien es tan conocido como Arturo Reyes en tantas y tan amenas otras obras de la misma índole.

No es, claro está, un Santo Padre; pero huye de la manía de objetivarse en sus novelas para desahogar subjetivismos unamunistas, galdosinos, vertiendo hieles de la propia inteligencia ó de la voluntad propia sobre |sus lectores, á traición. y  propósito de cañonazos.


Arturo Reyes huye de la manía de colocarse en el lugar del héroe de la novela para predicarse á sí mismo; atento á reflejar la realidad de su gente, de la gente dé sus novelas y sus cuentos, aguza primero su talento observador y crítico hasta olfatear y descubrir el grano de oro que pueda ocultarse en el fondo de un estercolero, y sabe presentarlo a la admiración y á la edificación de sus lectores con limpieza irreprochable.

No he de omitir que Arturo Reyes tiene para el que suscribe un motivo especial de simpatía sobre los de mero cuentista y novelador. Es un moro bautizado, Es un árabe. Plegué á Dios que no logren verlo los empeñados en que de África vinieron á la península en los tiempos aborígenes los primeros pobladores. El tipo Reyes ocasionaría más pelazas científicas que el Batibio famoso del siglo pasado.

Pues sí, es Reyes un africano por todas las trazas, que si no recuerda, naturalmente, nuestros tiempos aborígenes, ni, mucho menos, recuerda nuestra proximidad al Ecuador y la histeria del comerció de la raza. árabe y la española en guerras y en paces durante tantos siglos desde la primera invasión histórica.

Y aquí está la especial simpatía que tiene para el que suscribe este novelador y cuentista insigne sobre los que suponen estos títulos tan bizarramente conquistados.

Arturo Reyes, con su tipo árabe declarado (aunque con su fe de bautismo en Málaga), es un recuerdo de lo que fué esa gente africana cuando iluminaba sus horizontes la luz creadora de genios como San Agustín, Tertuliano, San Cipriano y muchos más, y una esperanza de lo qué volverá, á ser esa raza, estancada en el mahometismo y durmiendo el sueño, de la barbarie á la sombra del zancarrón, cuando de nuevo ilumine sus horizonte» aquella creadora luz.
  
Lo cual no ha de tomarse tan por el cabo, que quede desnaturalizada de sus Bercheles  y sus Corachas y sus Calletas y sus Parrales malagueños la figura de Arturo Reyes, como si realmente fuera planta cabileña. No, sino que por toda su apariencia africana envoltura de su espíritu cristiano, que así siente y así escribe, no acierto a decir cómo inspira el argumento susodicho y la apologética cristiana.

LIRGDA

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