lunes, 11 de febrero de 2013

Homenaje a Tres Escritores en Málaga




Una de las fiestas más simpáticas de los últimamente celebradas en Málaga, ha sido el homenaje rendido en el teatro Cervantes á los ilustres escritores malagueños Arturo Reyes, Salvador Rueda y Ricardo León. La ausencia justificada por asuntos particulares de estos dos últimos señores, hizo que en la linda fiesta se concentrase la atención únimente en el genial escritor, honra de su patria chica y alto y sólido prestigio literario entre los de la patria grande D. Arturo Reyes.

La alabanza justa salió á los entusiasmados labios de los asistentes al homenaje; pequeñas manos enguantadas de blanco, bellas y dulces manos de mujeres hermosas se agitaron nerviosamente como palomas blancas, y consagraron con el batir de sus palmas y el mago sortilegio de sus risas de ángel los altos méritos del costumbrista insigne y del poeta inspiradísimo.

En aquel concierto de alegrías y de satisfacciones, desentonaba como una ironía la sonrisa amarga de Arturo Reyes...

Si su patria y su tierra consagraron el valer innegable del escritor malagueño, su patria y su tierra no han tenido para Arturo Reyes las atenciones á que estaban obligadas. Arturo Reyes, aunque sea doloroso y vergonzoso decirlo, vive mal. Esto ocurre en un país como el nuestro, donde la protección oficial en forma de credenciales y de destinos vitalicios, reparte prebendas á compadres de la política y se muestra pródiga con cualquier advenedizo, aunque lleve por toda cédula personal la vigorosa presión de una buena influencia.

Este caso de Arturo Reyes es un caso de conciencia pública, de decoro nacional, y su remedio está en la mano del señor ministro de Instrucción Pública ¿Porqué no hemos de confiar en que cuando llegue á su conocimiento se apresurará á evitar tamaña injusticia? Dejémonos invadir por un dulce y consolador optimismo, y soñemos con que pronto el seño Alba dará á Arturo Reyes medios decorosos de atender á su vida prestando útiles servicios á la nación y procurándote la tranquilidad necesaria para que siga legándonos como tesoro inapreciable, sus cuentos y sus poesías inspiradisimas y sus novelas maravillosas.

Homenaje a Tres Poetas

Publicado en: Ilustración artística. 16/9/1912, página 10.

Como digno remate dé los festejos recientemente celebrados en Málaga, efectuóse el día 5 de este mes en el Teatro de Cervantes una sesión literaria de homenaje a los tres inspirados poetas malagueños Arturo Reyes, Ricardo León y Salvador Rueda. Estos dos últimos, por razones de salud, no pudieron asistir a la fiesta, que fué presidida por el alcalde Sr. Madolell y a la que concurrieron el gobernador civil Sr. Comenge, el general Santa Coloma, un representante del obispo, autoridades y elementos oficiales y un público que llenaba enteramente la sala y en el que abundaban las mujeres hermosas y elegantes.

El alcalde pronunció un breve y sentido discurso ensalzando los méritos de los festejados, y luego fué a buscar a la reina de la fiesta, la señorita Isabel Cárcel. La aparición de ésta y de su corte de amor, que componían las señoritas Creixell, Martín Gracián, Heredia, Blake, Mariscal, Orozco, Díaz Heredia. Rodríguez Spiteri, de la Cámara y Sans y Oro, todas bellas y lujosamente ataviadas, fué acogida con estruendosos aplausos.

Después de un discurso del Sr. García Sánchez y de la lectura de varias poesías de Sánchez Rodríguez, Díaz de Escobar, León y Rueda, Arturo Reyes recitó una hermosa composición dedicada a Málaga que fué acogida con una ovación indescriptible y terminada la cual la reina de la fiesta impuso al poeta la medalla de oro conmemorativa del homenaje.

Concluyó la velada con un discurso del Sr. Comenge y con oportunas frases del alcalde dando por terminado el acto.

Málaga y sus poetas

 Publicado en:  La Época (Madrid. 1849). 6/9/1912, n.º 22.218, página 1

Málaga y sus poetas
Homenaje á Ricardo León, Arturo Reyes y Salvador Rueda.

MÁLAGA 5 —En el teatro Cervantes se ha celebrado el homenaje organizado por la Asociación de la Prensa en honor de los tres ilustres poetas malagueños Ricardo León, Arturo Reyes y Salvador Rueda, admirable trinidad que eleva á honorosa altura el renombre de nuestras letras regionales.

La sala, adornada con arte y riqueza estaba ocupada por toda la sociedad malagueña. En el escenario se alzaba el trono, ocupado por la reina de la Poesía, Isabel Cárcel Trigueros, á quien rodeaban sus damas, reinas también de juventud, de gracia y de belleza. En el estrado, las autoridades y los postas.


El ilustre autor de Alivio de Caminantes y Raza de Hidalgos, Ricardo León, no pudo asistir, por tener delicada de salud á su anciana madre. Por respetable motivo no pudo asistir tampoco el poeta Rueda.

Pronunció un elocuente discurso el alcalde, Sr. Madolell, y los poetas leyeron poesías delicadas.

El literato Garcia Sanchiz y el gobernador Comenge pronunciaron también elocuentes discursos.

Arturo Reyes, el celebrado novelista de Cartucherita, y admirable cantor de Desde el surco, que había leído una notable composición dedicada a Málaga, se acercó á la reina de la fiesta, y la bellísima Isabel Cárcel colgó á su cuello la medalla conmemorativa entre atronadores aplausos.

La velada ha sido brillantísima.

Homenaje Poético

 Publicado en: La Correspondencia de España. 6/9/1912, n.º 19.931, página 7

MALAGA. (Jueves, noche.)

En el teatro de Cervantes se ha celebrado el homenaje á los ilustres poetas Sres. Rueda, León y Reyes, organizado por la Asociación de la Prensa.

La sala estaba adornada artísticamente, y el escenario presentaba brillante aspecto.

Ocuparon el estrado las autoridades y las personalidades literarias.

El acto comenzó con un breve discurso del alcalde explicando su finalidad.

A los acordes de una marcha triunfal ocuparon el trono la reina de la fiesta, Srta. Isabel Cárcel Trigueros, acompañada de las señoritas Remedios Crisol, Ana Díaz Heredia, María Blake, Adela Martín, Ana Mariscal, Amalia Orozco, Concha Cámara, Cecilia Rodríguez Spiteri, María Sanz y Georgina Heredia, que formaban la corte de la poesía.

Varios literatos leyeron poesías. El poeta Arturo Reyes, único homenajeado que asistía á la fiesta, leyó, muy conmovido, una hermosa composición poética dedicada á Málaga, siendo ovacionado.

También fué muy aplaudida la Srta. Ruiz Leiva, alumna de la Academia de Declamación, que recitó varias poesías, vestida con el típico traje andaluz.

D. Federico García Sanchiz pronunció un bello discurso ensalzando á los poetas.

A continuación, la reina de la fiesta impuso á D. Arturo Reyes la medalla de oro, conmenorativa del homenaje.

Terminó la fiesta con un discurso magistral del gobernador civil, D. Rafael Comenge, que fué interrumpido frecuentemente por los aplausos calurosos de la concurrencia. La Comisión de la Prensa, organizadora del homenaje, formada por los Sres. D. Enrique Pino, D. José Viana Cárdenas, D. Benito Marín, D. Adolfo Alvarez Armendáriz, D. Rafael Moléro y D. Pedro Díaz, ha sido felicitadísima por la brillantez que ha revestido el acto.

Trato hecho

Publicado en Mundo gráfico. 28/8/1912, páginas 6 y 7.


Antonio el Moreno se dirigió á la mesa junto á la cual está el Pelirrojo, y sentándose junto á éste, no sin antes golpearle afectuosamente, con una mano, en el hombro, exclamó, dirigiéndose al mozo de  Los Leones, que, reclinado contra una de las cuarterolas y con los brazos cruzados sobre el pecho, entreteníase en silbar uno de los tangos más en boca.
  
—A ver, tu, Isidoro, café pa mí y unas copas de veneno pa la compaña.

El Pelirrojo permaneció, grave y circunspecto, sin abrir los labios, como era en él casi sistema, y sólo cuando Isidoro hubo colocado delante de él los nuevos cortados de aguardiente, dignóse preguntar, con voz campanuda, al recién llegado:

—Qué, ¿cerraste por fin el trato con el de Osuna?

—Cá, señó Curro; pos no está ese gachó mu equivacao, cámara; usté supóngase que, el mu alma mía, se me ha dejao caer ofreciéndome por los seis muletos y los dos potros dos mil pesetas, cuando las dos mil pesetas, como usté sabe mu requetebién, lo valen na más que el pasarle las manos por las ancas.

—Sí que los bichos valen lo suyo—dijo el señor Curro, con acento reposado,—y yo creo que el hombre subirá la tara y arrematará por llevárselos; pero es que como está tan á gusto aquí, pos es natural, ese tira y afloja que se trae contigo le sirve al hombre de pretexto pa no izar el ancla de esta badía.

—¿y él qué interés tié en no izar el ancla de esta badía?

—¡Pos ni que tú vivieras en la luna! Pos si toíto er mundo sabe que el gachó está una miajita ilusionao por la Lucesita, la novia de tu compadre Antoñico el Tarambana.

—¿Por la novia del Tarambana?—exclamó mirando lleno de inquietud al Pelirrojo, el Moreno.

—Por la misma, y lo más peor no es que él esté por ella una miajita ilusionao, sino que, según parece, á ella no le pone él tampoco la boca amarga, y pa nu' que si el do Osuna no agüeca pronto el ala de aquí, va á tener tu compadre que tomar la mar de Zarzaparrilla de Bristo.

Cuando una hora después penetró en su casa el Moreno, iba con el entrecejo fruncido y la cara para que nadie intentara pedirle un favor.

—¿Qué es lo que te ha pasao á ti, so mal ange, que traes una cara que ni pintipara pa que yo pía el divorcio?—le preguntó su mujer, la cual, con las mangas arremangadas y dejando ver, por tanto, desnudos sus brazos redondos, y tan nítidos que dejaban transparentar las azules venas; y sus pies, de indiscutible abolengo andaluz, empleábase en tender la ropa, recién lavada, que iba sacando de una canasta.

Antonio el Moreno, que al penetrar en el patio lo primero que había hecho había sido quedarse en mangas de camisa y sentarse en una vieja mecedora, no se dignó contestar á la pregunta de su bizarra consorte, y, durante algunos minutos, permanecieron ambos silenciosos.

El patio presentaba un risueño golpe de vista con sus bien cuidados arriates, que la mano de Mariquita cuidábase de limpiar de hojas socas y de flores mustias, y que sus desvelos habían convertido en reducidas verjeles, en que imperaban las notas de rubíes de los geranios y las no menos purpurinas de los claveles de bengala; un á modo de tapiz de enredaderas vestía la parte más ruinosa del muro, donde ponían una nota de intensa poesía las azules campanillas; un carambuco lucía, en uno de los extremos, sus áureos botones, y en otro, un jazmín lucía Sus flores perfumadas; en el centro del patio, y sobre el carcomido brocal del pozo, goteaba el cubo, pendiente de una garrucha, y junto al brocal, sobre un tenderete de pino, el enorme lebrillo de lavar, aún lleno de jabonosas y espumantes aguas, hablaba elocuentemente de la índole pulcra y hacendosa de Mariquita.

—¿Conque no se puée saber—preguntó ésta— qué nialita yerba ha sío la que ha pisao hoy el hombre mas pelmazo y más guasón que ha puesto un divé en este valle de lágrimas?

Sonrió Antonio, y como ya sentía hervirle en el corazón lo que tanto le preocupaba, y como no se sentía nunca á gusto hasta confiar cuanto pensaba y sentía á su compañera,

—Cállate tú, chiquilla—exclamó con acento malhumorado;—que acaba de decirme una esos» el señor Juan el Pelirrojo que me ha puesto la boca más amarga que la tuera.

—¿Y qué ha sío lo que te ha dicho esa carreta de años y de güesos y de malas intenciones?

—Pos lo que me ha dicho ha sío... Tú sabes mu bien lo que yo quiero á mi compadre, Antoñico el Tarambana.

—Vaya si lo sé; pregúntamelo á mí, que cuasi tuve que peirle por la Pastora Divina que no me pusiera chinitas en el camino, cuando tuvo el mal gusto de consentir en ser yo la que te levara y la que te planchara y la que te espulgara y la que te zurciera toas tus prendas interiores.

—Y tú sabes—continuó el Moreno, sin parar mientes en las pahibras de su mujer— que si Antonio ha dio á Córdoba no ha sío más sino porque yo se lo peí por favor, pa que me arreglara una chapuza que yo tenía por arreglar con los Mellizos de Tebas

—¿Pos no lo he do saber, qué gracioso que ores tú: no lo he de saber, si me jiciste que te emprestara los cuatro chavicos que tenía yo arrejuntaos, pa pagarle á tu compadre el viaje, porque aquel día estabas tú con más boqueras que un mirlo?

—Y que de eso te pués tu quejar, salero, cuando eres peor que nadie pa las gabelas.

—¿Y el peligro que corro yo de que no me pagues? ¿Lo ves tú que sí te cito á juicio no me va á querer servir el Juzgao?

—Güeno, dejemos eso y vamos á lo que más interesa, ó sea á lo de mi compadre, al que me parece que le voy á poner un parte pa que se venga enseguía.

—¿Pero, eso por qué?

—Pos por una razón mu sencilla; porque, según me acaba de decir el señor Juan, Pedro el de Osuna, el que ha venío á ver si pué arrecoger los seis muletos y los dos potranquillos , anda dándole coba á la Lucesita, y como la Lucesita, sin ser mala, le gusta más el chufleo con los hombres que á tí mirarte en los ojos é mi cara...

—Jesús, María y José, ya ves, por tu causa me he costipao.

— Pos bien; conforme te diba diciendo, como si mi compadre ha dio á Córdoba ha dio por mo de mí, pos es natura, estoy que me ajogo con un soplío.

—¿Y qué curpa tiées tú que a la Lucesita le guste más que el turrón que la miren y la chufléen?

—Sí, pero es que yo sé que mi compadre está más loco que un cencerro por la Luz, y si viée y se trompieza con que el de Osuna le jace musarañas á su jembra, es mu posible que al hombre le dé la pica, y ya sabes tú lo que es el compadre cuando le da la pica, que dos picas que le han dao en su vía, una le costó estar tres meses y pico en el hospital y la otra una témpora en el Peñón de la Gomera.

—¿y qué quiées tú jacerle, qué curpa tiéos tú de to eso, si es que pasa?

—Es que si mi compadre no hubiera dio por mo de mí á Córdoba, no hubiera pasao naita; porque como la Luz, á pesar de to, á quien bien quiere es á mi compadre y, además, le teme más que á una espá esnúa, pos, ¡como si lo viera!, al primer guiño del de Osuna le hubiera güerto la espalda, y se acabó mi cuento.

—Sí, en eso ti s razón—murmuró, pensativa, Mariquita, y tras algunos momentos de meditación

—Vamos á ver—preguntó sonriendo maliciosamente á su marido;—¿qué te costaron á ti los seis muletos y los dos potranquillos?

—¿Y qué tiée que ver eso con lo que yo digo?

—Vamos á ver, tú contéstame á lo que yo te pregunto.

—Pos bien; á mi, entre lo que me costaron y lo que se ha arrimao, me vienen á estar... me vienen á estar...

Y tras echar cuentas durante algunos instantes de modo mental, el Moreno continuó:

—Pues bien; entre unas cosas y otras y chispa más ó chispa menos, á mí me vendrán á estar en unos seis mil reales mal contaos.

—¿Y cuánto te ha ofrecido á tí por ellos el de Osuna?

—Pos á lo más que ha llegao á subir ha sio á dos mil lordas y la convida.

—¿Y tú cuánto quieres sacar más de eso?

—Yo, menos, pero que un peazo menos de lo que valen; tú suponte que lo que yo quiero que me den es diez mil quinientos reales.

—¿Y dices tú que el de Osuna no ha venío aquí más que á cerrar este trato?

—Como que si ha vinío no ha sío más que porque yo le aconsejé que viniera.

—Es decir, que en cuantito cierre el trato el hombre y arrecoja los bichos, ya puée el gachó estar saliendo de estampía, ¿no es asín?

—Eso creo yo.

—Pos, hijo, premíteme que te diga qué hay días quo te alevantas con los cinco sentios jechaos en espíritu de vino. Si el de Osuna se va en cuantito cierre el trato; si lo que hay entre él y la Lucesita no es más quo cuatro pamplinas y cuatro quiebros de cintura; si tú estimas tantísimo á tu compadre; si tu compadre ha dio á Córdoba por mó de tí; si tú temes que si se entera del pamplineo de Luz con el otro puée el hombre buscarse una esaborición; si á tí los bichos te están seis mil reales mal contaos y el de Osuna te ofrece ocho mil, una de dos, ú eso del apego á tu compadre es pura guayaba, ú hay días en que habría que ponerte una iluminación en la mollera.

—Pero, ¿á qué viée tó eso?—preguntó á Mariquita mirándola con los párpados entornados el Moreno.

—Pos viée á que no sé yo por qué has dé apurarte tantísimo; y si no, ¿quiés tú saber lo que yo jaría en tu lugar?

—Pos de juro que quisiera yo saberlo.

—¿Y qué me vas á dar porque yo te lo diga?

—Según sea lo que tú me digas.

—Pos suponte tú que yo te digo lo que yo jaría en tu lugar y que tú lo jaces y te queas tan contento y con la frente más usa que la palma de la mano, y con la cabeza libre de tantas cavilaciones.

—En ese caso... chavó, en ese caso yo te daría... yo te daría...

—Vamos á ver, ¿qué sería lo que tú me darías?

—Pos yo te daría cien mil millones de besos de los de chipé, y tos ellos en la boca.

A mí me dejas tú de besos, que es mucha la cosecha que tengo yo de eso tó el año. Lo quo yo necesito son partieses ú cosa que lo parezca.

—Vaya, güeno; pos te daré un  mantón que vende la seña Dolore la Garabito.

—¡Ole por mi San Antonio!—gritó repiqueteando los dedos como crótalos Mariquita la Clavelera, y después

—Pos mira—dijo al Moreno,—lo quo yo haría en tu lugar sería llamar ó buscar enseguiita al de Osuna y decirle:—Mire usté, mozo güeno, como usté ha venío á Málaga por mó de mí y se ha metió usté en gastos y yo soy hombre de consencia, yo lo doy á usté los seis machos y los dos postrancos en las dos mil púas del ala, pero se los doy á usté con la condición do que se vaya usté enseguüta y se lleve usté mismo los bichos. Y como el de Osuna, lo que se trae con la Luz no es más que un tonteo, pos el gachó trinca los bichos, se larga tan campante á Córdoba, y aquí no ha pasao ná, pero que naita que ha pasao.

Antonio se quedó mirando como entontecido á Mariquita, y

—Pero eso, ¿cómo no se me ha ocurrió á mí?— exclamó lleno de asombro;—¡si eso no vale el mantón que te he prometió! ¡Si eso se le ocurrió á un tapón de corcho, á un puñao de virutas, á un rancho de calamares! Si eso no es ná, si eso no vale ná, si eso es como dicir Jesús cuando se estornúa.
Mariquita miró con expresión de cómica indignación al que de modo tan cruel recompensaba su femenil clarividencia, y

—Pos eso no quie dicir más sino que tú chanelas menos que un tapón y que un puñao de virutas y que un rancho de calamares, y como yo no tengo la curpa de ná de eso, á mi me tiés tú que mercar el mantón de la seña Lola Garabito.

—Sí, mujer, sí—se apresuró á decir el Moreno

—te lo compraré, ya lo creo que te lo compraré, ¿qué culpa tiés tú de que yo sea tan bruto? –Por vía de la Malena! Ahora mismito me voy á buscar al de Osuna. Y aquella tarde, cuando ya dado fin á los cuotidianos quehaceres, penetró de nuevo en su hogar

Antonio el Moreno, exclamó sonriente y dirigiéndose á su mujer que, graciosamente acicalada, tocado de flores el magnífico cabello, le esperaba cosiendo sentada junto á la puerta del patio, en el que el sol muriente ponía sus últimas claridades:

—Dicho y Jecho, cámara; dicho y Jecho, y toma y guarda en la gabeta esos parneses.

Y al decir esto arrojaba algunos billetes de Banco en la falda á su mujer, que le preguntó sonriendo:

—¿Y qué, se va mañana, por fin, ese arma mía?

—Mañana mismo se va, gracias a Dios y á tu boquita de grana.

—Pa que aluego presuma la Luz con los tenteos del de Osuna. Y ya ves tú si puée tontear, cuando no ha valió pa él tan siquiera ni dos mil quinientos ríales.

Y con razón, con sobradísima razón habíale contestado aquella tarde á su marido Mariquita la Clavelera cuando aquel le ofreciera cien mil millones de besos en pago de sus consejos, que de besos tenía ella siempre más que sobrada, sobradísima cosecha.


ARTURO REYES

La obra de Arturo Reyes




Después de leer atentamente Holanda, de Edmundo de Amicis, puede uno decir que conoce los Países Bajos, sin haberse tornado la molestia de visitarlos. Parecerá atrevida esta afirmación, hecha por quien no ha tenido ocasión de comprobarla: pero tal es la fuerza descriptiva del célebre escritor italiano, y tan fino y sagaz su espíritu de observación, que el lector se dice, convencido y sugestionado: Si no es así, así debiera ser—. Así es, y de ello se persuade el más incrédulo, sólo con saber que el autor narra lo que ha visto.

Con efecto, la Holanda de Amicis es la verdadera, la auténtica, según el autorizado testimonio de ilustres viajeros.

Todo sujeto de alguna imaginación puede dar por vistas y conocidas las crueles y sórdidas prisiones de Rusia, y afirmar que ha acompañado en sus penosas etapas, en unión del filosofo y filántropo Nek  á los deportados a Siberia, sufriendo con ellos el tormento consiguiente, con sólo haber leído, con la devoción que merece, la transcendental novela Resurrección de León Tolstoi.

De igual manera, y por privilegio de que solamente gozan los grandes escritores, todo el que conozca á fondo la obra completa de Arturo Reyes, puede asentar con plena convicción que  la tierra andaluza, su cielo esplendente y sus costumbres pintorescas, hasta con los más mínimos  detalles—singularmente Málaga y su provincia,— aunque no haya pasado nunca de Despeñaperros para allá.

Para el que esto escribe, el caso de la obra de Arturo Reyes no es el de la Holanda de Amicis, en el cual ha de conformarse con la garantía que el escritorio merece y con el testimonio de ilustres viajeros, sino que puede certificar por si mismo, y hasta como parte interesada, la absoluta conformidad de la narración literaria con la viva y palpitante realidad.

En la literatura regionalista se dan la mano y pueden tratarse de igual, á igual Serafi Pitarra de grata memoria, y Arturo Reyes, que mil años viva. Así como el primero nos dió en obras inmortales, la exacta visión del antiguo Principado catalán, la pluma del segundo reproduce como el pincel de Velázquez la corte de Felipe IV tierra feraz, el cielo luminoso y los sentimientos y las pasiones de la hermosa Andalucía, donde aun perdura á través del tiempo y flotando sobre el progreso político y la civilización mortal la raza arábiga que un día se enseñoreó de ese privilegiado suelo y cuya refinada cultura en las artes y en las letras fué asombro del mundo.

Arturo Reyes que como el inolvidable D. Pedro Antonio Alarcón (á quien llamábamos el último abencerraje) es un moro más, por ser como aquel insigne escritor, heredero directo, hasta físicamente de aquellos árabes de la Alhambra granadina y de la Alcazaba malagueña, al retratar á sus congéneres, no hace otra cosa que reflejar con arte supremo, las vibraciones de su temperamento y los fulgores de su fantasía, embelleciendo la realidad, aunque sin desvirtuarla en un solo detalle, con las galas de su rica imaginación.

Dióse a conocer Arturo Reyes como casi todos los escritores contemporáneos, en la prensa periódica, y en seguida pudo advertir el menos perspicaz en arranques literarios que el novel escritor no era una vulgar medianía. Sus cuentos y sus poesías llamaron desde luego la atención, aquellos por la novedad del pensamiento, el interés de la narración y lo jugoso y pintoresco del estilo y estas por la elegancia de la dicción, la inspiración briosa y el buen gusto en la elección de los asuntos.

Después de aquellos sus primeros ensayos periodísticos con el titulo de Cosas de mi tierra publicó un libro de cuentos; pero, con tal desconfianza que él mismo dice, en el prólogo de una de sus obras posteriores:

…de Cosas de mi tierra no envié un solo ejemplar a los periódicos de Madrid: me concreté a someterlo a la crítica local, conmigo siempre indulgente y de cuyas apreciaciones imparciales me preservaron también profundos afectos, generosas amistades y nobles compañerismos

La prueba del subido merito de aquellos cuentos está en que la edición de Cosas de mi tierra se agotó en dos meses. A este volumen siguió Cartucherita, primera novela de Arturo Reyes y su primer triunfo resonante. En esta obra se presenta como un escritor ya formado, de enérgica y bien definida personalidad. Todo lo que el gusto más refinado del crítico más exigente pueda pedir a la novela moderna, lo tiene Cartucherita: completa verdad y profunda psicología en los caracteres, verosimilitud en el argumento, lógica y amenidad en el desarrollo de la acción; ágil, nervioso y pintoresco estilo, brevedad y belleza en las descripciones, é interés siempre vivo y creciente.

En todas sus novelas posteriores, que son: El lagar de la Viñuela, La goletera,  Las de Pinto y Cielo azul, hace ostentosa gala de las mismas extensas cualidades que brillan en Cartucherita y es prueba palmaria de que así lo reconoce el público, el número de ediciones que consume de dichas obras. La goletera, por ejemplo, iba en 1901 por la cuarta edición, y no sabemos cuantas llevará á estas fechas. Y lo mismo, ó casi lo mismo, ocurre con las restantes.

Como las de Emilio Zola, las novelas de Arturo Reyes, parece que se han hecho solas: el autor no aparece nunca en escena ni habla por boca de ninguno de sus personajes se queda modestamente detrás de su obra, y este es uno, acaso el mas plausible de los grandes méritos del novelista.

Bien quisiéramos hacer un análisis, aunque fuera somero, de cada una dé las admirables novelas de nuestro autor; pero el corto espacio de que podemos disponer no lo consiente por lo que habremos de limitar nuestro juicio a afirmar que todas son excelentes y que nos veríamos en grave apuro si hubiésemos de elegir la mejor, así como tampoco podremos asegurar en que sobresale más Arturo Reyes, si en la novela o en el cuento de costumbres populares.

Además de la ya citada colección titulada Cosas de mi tierra, ha publicado Del Bulto a la Coracha, Cuentos andaluces, De Andalucía y De mis parrales, esta última recientemente. Los cuentos que componen estos volúmenes son, en general, notabilísimos no pocos de ellos verdaderas joyas literarias y algunos y este es su mayor elogio novelas malogradas o lo que es lo mismo cuentos que, por la grandeza del asunto la novedad del pensamiento y la intensidad de la acción merecían y debían haber sido desarrollados como novelas.

Como poeta lírico, baste decir, para colocarle entre los primeros, que las ediciones de sus libros Desde el surco y Otoñales están agotadas, y que Béticas, su ultima colección de poesías ha sido premiada por la Academia española mereciendo tan elevada y apetecida distinción en estricta justicia.

Por esta breve reseña que no tiene las pretensiones de un estudio detenido, como merece el ilustre autor de tantos primores literarios se ve que Arturo Reyes, legítima gloria de la hermosa ciudad de Málaga, por la flexibilidad de su gran talento, la riqueza de su imaginación y la opulencia de su fantasía es uno de los escritores más completos y mas insignes de la presente generación. Así lo reconoce la crítica, lo confirma el público y lo consigna, con profunda satisfacción, el más entusiasta de sus admiradores.

Francisco Flores García

Reseña De mis Parrales (VII)




DE MIS PARRALES, cuentos andaluces; por Arturo Reyes El celebrado novelista Arturo Reyes es en Málaga lo que es Blasco Ibáñez en Valencia, y lo que fué el inolvidable Pereda en la montaña santanderina.

Como estos maestros de la novela española, es el autor de Cartucherita un costumbrista admirable y un literato vigoroso y regional, que gusta de buscar los asuntos de sus novelas y de sus cuentos sin salir de su patria chica.

En Málaga vive Arturo Reyes, apegado a su hermoso terruño, en contacto siempre con los pintorescos personajes de sus obras y respirando sin cesar el típico ambiente en que éstos respiran, y apenas deja nunca transcurrir muchos meses sin alegrarnos á sus muchos lectores de toda España con una novela, ó con un volumen de poesías, ó con un tomo de cuentos.

Lo último ha sido un libro de cuentos andaluces, titulado De mis Parrales, que ha obtenido en las librerías envidiable éxito. En él figuran 13 narraciones lindísimas, llenas de vida y de color, con todo el sol de Andalucía y todo el sentimiento do un poeta andaluz.

Titúlense estas narraciones «En la carretera», «La flor de la maravilla» , «En la venta del Tizinao» , Playa de Levante», «La hora del triunfo», «Lo que puede una lágrima», «El campanillista», «A la sombra de un chaparro», «El vendaval», «En los montes», «La traición del Colmenares», «Hombres de bandera» y « Casa de préstamos».


Todas ellas son igualmente interesantes, y responden en fondo y forma al prestigio, bien cimentado y creciente siempre, del ilustro escritor malagueño.

domingo, 10 de febrero de 2013

Fiestas en Málaga




Se ha celebrado en el Ayuntamiento una reunión magna de representantes de las diversas corporaciones y Comisiones encargadas de organizar los festejos veraniegos, con objeto de amenizar la próxima temporada de baños.

Se ha acordado que las fiestas celebren desde el 24 de agosto al 5 de septiembre.

El programa de festejos es brillantísimo, destacándose en él un homenaje literario á los ilustres escritores malagueños Ricardo León, Salvador Rueda y Arturo Reyes, organizado por la Asociación de la Prensa.

Conciertos por la Banda municipal de Valencia; el llamado Coso Iris, compuesto de doce carrozas monumentales; una novillada, en la que estoquearán Gallito y Limeño, y una corrida de ocho toros con cuatro espadas de cartel, en ajuste.

Las fechas de las corridas de toros no están aún decididas exactamente, aunque se cree que en los días 3 y 4 de septiembre torearán Bomba, Gallo y Gaona.

Se activan los preparativos y hay mucho entusiasmo, habiendo causado buen efecto entre la opinión el programa.

Próximas fiestas en Málaga




En el Ayuntamiento se ha celebrado una reunión magna de representantes de diversas entidades, con objeto de acordar un programa de festejos que animen la próxima temporada de baños.

Se ha acordado que las fiestas se celebren desde el 24 de Agosto al 5 de Septiembre.

El programa de festejos es brillantísimo, destacándose en él un homenaje literario á los ilustres escritores
malagueños Ricardo León, Salvador Rueda y Arturo Reyes, organizado por la Asociación de la Prensa.

Conciertos por la banda municipal de Valencia; el llamado Coso iris, compuesto de 12 carrozas monumentales; una novillada, en la que estoquearán Gallito y Limeño, y una corrida de ocho toros, con cuatro espadas de cartel, en ajuste.

El programa ha sido muy bien acogido por la opinión.

Reseña De Mis Parrales (VI)


DE MIS PARRALES

Arturo Reyes pone la mayor sinceridad en sus versos y prosas y mira impertérrito el nacer y morir de las modas literarias. Sin rebuscamientos ni preciosismos, libre de toda influencia ultrapirenaica, el notable autor malagueño cultiva una literatura muy española, que es al mismo tiempo netamente andaluza.

Desde los comienzos de su vida de escritor, Andalucía fué su musa más constante y mejor amada. Rimas, novelas y cuentos andaluces, forman su labor más consistente y harán perdurable
su nombre.

Censores habrá que aprecien como defecto esa perseverancia de Arturo Reyes y le indiquen el cambio de tema, pero el autor de Cartucherita no será tan inocente que se pare á escuchar el canto engañoso de las sirenas.

Casi todos los escritores regionalistas suelen oir el mismo consejo... y pocos hay dispuestos á seguirle. ¿Qué ambiciona todo autor sino ser leído y admirado? Quien vea hecho realidad este supremo anhelo, no reniegue del género á que debe el triunfo; cuide sus bien ganados dominios; extasíese ante los ajenos si á pasmo le conducen y ríase de cuantos juzgadores pretenden medir la grandeza de una obra según la importancia del medio elegido por el novelista ó el poeta.
¿No ha salvado las fronteras Mireio con reflejar la campiña y las almas de una región cuya lengua casi nadie utiliza fuera de las comarcas provenzales?

Si Pereda hubiese producido una veintena de volúmenes del corte de La Morítálvez, su nombre sería ya uno de tantos como el olvido borra; con haber escrito Sotileza, bástale para ser inmortal. Arturo Reyes muestra grandísima cordura al buscar en la deliciosa Málaga los asuntos de sus narraciones y circunscribirse á decirnos lo que de pintoresco viera en las mozas y los jaques andaluces, en los viejos sentenciosos y picaros, en toda la grey popular de la ciudad hermosa del Mediterráneo, donde la civilización más refinada permite aún la existencia del color local, tan escaso en estos días de prosaicas igualaciones.

De mis parrales, último libro de Arturo Reyes, contiene varios cuentos llenos de sencillez y donaire. Pasiones bravías de mozos y hembras meridionales forman el motivo principal de todos esos cuentos. La clara psicología de los personajes y la soltura del estilo, son para mí los más loables encantos del libro De mis parrales.

Arturo Reyes dialoga con sorprendente naturalidad y sabe poner en labios de cada tipo las palabras, los giros insustituibles; habilidad poco frecuente, pues conozco más de un novelista muy alabado que hace primores cuando habla por cuenta propia, mas no consigue darnos una sensación justa si remeda pláticas oídas en el arroyo.

En los libros de Reyes, jamás descubriréis asomos da artificio ni ansias de filosofar; él, que en verso y en prosa escribe con suma corrección, ni gusta del excesivo pulimento ni plantea cuestiones más propias de
otros libros que de los destinados á emocionar por artísticos.

Cada escritor de nuestros días—dice Ricardo León, —es un Flaubert desesperado, que batalla con su lengua á brazo partido»; y esta aseveración á muchos aplicable, no reza con Arturo Reyes, el cual halló pronto su manera definitiva.
De haberse convertido en imitador- de  los cuentistas de París,—candidez muy general entre españoles—á estas fechas nadie solicitaría sus libros.

Por fortuna suya y nuestra. Reyes, como El Solitario, és un costumbrista andaluz, enamorado de la patria chica y no tiene por qué demandar á las librerías lo que pródigos le otorgan las gentes y los campos de Málaga.

...Salud á los artistas cuyo espíritu es albergue de la sinceridad.


LUIS BARREDA.

Oriental





ORIENTAL

Dadme mi caballo bayo,
el que rival es del rayo,
el que es del viento rival;
que huir quiero mis pesares
que volver quiero á mis lares
y volver á mi aduar.
Volver quiero presuroso,
allí donde tan dichoso
latía mi corazón;
allí donde alegremente,
donde grata y dulcemente
mi infancia se deslizó.
Quiero á la luz de la luna
desde la movible duna
el desierto atalayar,
y dar caza á la gacela
cuando más que corre vuela
seguida por el chacal.
De mi tienda hecha con pieles
de camello, en los dinteles,
de los astros al fulgor,
escuchar los dulces sones
de la guzla y las canciones
del nómada trovador.
Quiero las tribus más fieras
indómitas y allaneras
con mi acero avasallar,
sobre mi caballo bayo,
el quo rival es del rayo,
el que del viento es rival.
Y que al resonar la hora
en que libre y triunfadora
vuele el alma hacia su Dios;
se pulvericen mis huesos,
dando he nacido, á los besos
y á las caricias del sol.


ARTURO REYES

Reseña De Mis Parrales (V)




DE MIS PARRALES, cuentos andaluces
por Arturo Reyes.

La personalidad literaria. de D.Arturo Reyes nos os ya tan conocida, mejor dicho, tan familiar, que resultaría labor varia  y trabajo inútil tacto cuanto en loor suyo pudiéramos decir. Cada libro nuevo del poeta malagueño son unas páginas más que añade á sus anteriores publicaciones. En su última producción vemos los mismos personajes que en producciones pasadas. Y en las páginas de aquélla como en las páginas de éstas, nos deleitamos con el sutil y chispeante lenguaje de los tipos reales que el Sr. Reyes lleva á sus novelas; aspiramos el mismo aroma y lo mismo perfume que otras veces nos embriagaran; nuestra imaginación recorre, extasiada los frescos y lozanos campos andaluces, campos málagueño bañados de luz y llenos de flores, y sus mocitas pintureras, toda gracia y alegría, desale el moño hasta el pie, y sus mocitos juncales, valientes y enamorados algo presumidos y un tanto postineros, y sus viejos sentenciosos y sus  pescadores generosos, nos ponen de manifiesto, sin bastardos ni falsedades, el alma de la ciudad malagueña con todas sus grandezas, única finalidad del cantor andaluz que pone todas sus exquisiteces y muestra todos sus cuidados en presentamos como principal objeto .

«De mis parrales» es una colección de cuentos, que por no ofender á los que anteriormente han salido de la pluma del autor de «Carticherita» y de «Las de Pinto», creyéndoles más reales y á la vez con más naturalidad en el gracejo y en el donaire, sólo diremos que son dignos continuadores de los que en otras ocasiones sirvieron para deleitamos.

En los varios cuentos que componen el actual volumen, resaltan con fuerza las dos principales cualidades del novelista malagueño la vigorosidad de su prosa, toda su sencillez y de naturalidad, y el prodigioso y envidiable don del autor, que en dos rasgos poniendo relieve la psicología de sus personajes, mostrándonos sus caracteres, sus afectos y sus pasiones.

Y no es sólo esta condición la que hay que admirar en D. Arturo Reyes. Si no superior, por lo menos igual, creemos en él la condición (de observador; observador de tipos, observador de costumbres, observador de escenas, y á la vez fiel retratista de cuanto en su retina queda impresionado aunque los cuentos de D. Arturo Reyes, ofrecen diferentes aspectos, casi todos pudieramos llamarlos cuentos cite costumbres, mejor dicho; escenas de costumbre, pues más que cuentista creemos nosotros al Sr. Reyes un gran dialogador, sin que en la presente ocasión preténdanlos entrar en enojosas aclaraciones.

Aceptemos, pues, estos diálogos como cuentos, y al recorrer la vista por sus bellos páginas, admiremos cómo el autor refleja en todo la grandeza del alma malagueña, lo mismo en «El vendaval», que en La traición de Colmenares», cuentos ambos semejantes en su fondo, que «En la Venta del Tiznao», ó en «Hombres de bandera, fiel exposición de caracteres fiel retrato de bandoleros y contrabandistas, que en el sentimental y delicado  la sombra de un chaparro», narración que deja en nuestro animo la misma impresión de una alegría que pasa, o de una esperanza que muere.

Ponerse á desentrañar personaje por personaje, caracteres por caracteres, seria misión inútil. Los personajes de don Arturo Reyes, son siempre los mismos, son las mujeres apasionadas y sentimentales, que llevan la, alegría, en sus ojos negros, la esperanza en el pecho y el amor en él corazón; son los hombres orgullosos y altivos, en su sencillez misma, que para las, penas tienen
una, burla y para las crueldades una sonrisa, de ironía; son las viejas que no pronuncian dos palabras si no sacan á colación cuatro refranes, y los viejos ,que no dan un consejo ó no hacen una advertencia si no va precedida de unas cuantas sentencias marrulleras y solapadas, fiel y verdadero compendio de todo un Tratado de filosofía popular, son en fin los personajes reales que tratamos con quienes vivimos y los que tratamos con quienes vivimos y los que nos deleitan con su gracejo chispeante y ameno y su charla burlesca y zumbona.

Es para terminar, el último libro de D.Arturo Reyes un maravilloso libro, digno de todos los aplausos y digno de ser leído por los amantes de las buenas letras

Reseña de De mis parrales




El donaire andaluz de Arturo Reyes vuelve á mostrarse amable, ingenioso, exuberante y fertilísimo, [ilegible] el garbo y el ceceo de Cartucherita y de La goletera en este ameno De mis parrales, preciosa gargantilla y collar gentil que el ilustre escritor pone en el cuello de su Málaga.

Los manes de D. Serafín Estébanez y de D. Juan Valera, los cuadros de La feria de Mairena y de Juanita la Larga se reproducen con vigor y plasticidad, con un alarde de opulencias costumbristas, con un primor de estilo y con una maravilla de diálogo en estos cuentos que se llaman En la carretera, La hora del triunfo, El vendaval, En los montes y La traición de Colmenares.

—¿Y tié osté en su cubril muchos gazapos, compadre?

—Milenta mil mal contaos y toos entoavía con ombliguero. Y osté, ¿tiene muchos gurripatillos?

—Milenta mil millones; si no se pue ya ni mirar á las jembras; si es que yo no jago mas que mirar á la mía, y entoavía no la he mirao y  ya está escupe que te escupe.

¿No habéis oído á Manolito Gázquez hablando con la prosa de El Solitario?

La producción de Arturo Reyes continúa ubérrima engalanando la literatura regional y marcando á las nuevas generaciones andalucistas el camino recto y seguro de la gracia, de la ufanía y del donaire.


El abate Marchena.

Reseña De Mis Parrales



Arturo Reyes, en insigne poeta del alma malagueña, no lo es menos prosista. Bien lo demuestra en su última serie de cuentos De mis Parrales.

La prosa de Arturo Reyes fluye enérgica y llena de vida al describir los tipos varios de «En la carretera».
En todos sus asuntas refleja el poeta andaluz la grandeza espiritual que caracteriza al pueblo malagueño.

Un ejemplo de esto es el cuento «Playa de Levante», donde se pone de manifiesto la admirable sencillez de los nobles marinos de aquellas playas.

En "El vendaval" también trata este asunto en otra fase. Un hombre de mar, enamorado de una hermosa hembra, la amenaza con hacer desaparecer á su amante, enemigo de él; ella contesta: «En ese caso te aborrecería á ti con tos mis cinco sentíos.» 

De pesca los amadores, una ola mostruosa arrebata de la lancha al favorecido. Entonces; el desdeñado, acordándose de las palabras de ella, con grave riesgo de su vida, le salva.

«La hora del triunfo», cuento ya admirado por nosotros en las columnas de la prensa diaria.

«A la sombra de un chaparro», encanta por la elevación de miras del protagonista.

En todos los cuentos chispea y corre la gracia, y sal verdaderamente andaluza. El diálogo vivo y sutil de «Hombres de bandera», la diaria de los bandoleros «En la Venta del Tiznao», y el cuadro de costumbres, observado como sabe Arturo Reyes, de «La Casa de préstamos», dan fe de ello.

Los cuentos andaluces «De mis parrales» han alcanzado, al escribir estas líneas, el merecidísimo éxito de que son acreedores al traernos en sus deliciosas páginas los perfumes del campo andaluz y el aroma de su flor más exquisita: la mujer malagueña.

Lo que puede una lágrima

Publicado en: La Correspondencia militar. 17/1/1912, n.º 10.416, página 3.


(CONCLUSIÓN)

II

Lo que aquella mañana hubo de decirle la señá Pepa á Lola, trata á esta hecha un mar de confusiones y llegada que fué la hora en que Toñico solía ir á su casa á quedarse tonto de gusto, mirándola, salióse, como siempre, al patio, y sentóse junto al brocal del pozo, junto el cual solía sostener sus sabrosas pláticas con su fiel enamorado.

—Pero oye tú, Lola—le preguntó la señá Rosalía, la casera, con voz llena de retintines—, ¿es que esta noche no tié mejor empleo en la ventana tu presonita graciosa?

— Eso será sigún lo que me pía el cuerpo— repúsole aquélla con acento malhumorado.

—Pos Joseito el Cartujano es quien lo dice; él es el que dice á tó el que lo quiere oir que esta noche viee á las diez á tu reja, pa tratar contigo de las primeras amonestaciones.

—Eso será sigún y cómo ¿verdá tú, Olores?—preguntó á ésta el tío Paco el Cenachero; y al ver que ésta no le contestaba, continuó:

—La verdá es que yo tampoco sabría por que camino tirar, y yo en el pellejo del Cartameño, armaba un jollín que había de soñar más que un retrato.

Pronto se generalizó la conversación entre los vecinos, y ya empezaba á sentirse cansada Dolores, cuando penetró en el patio Toñico el Catameño, el cual, con el sembrante triste y contraído, después de saludar á la concurrencia con voz sorda, dirigióse á Dolores, cogióle bruscamente una mano, la contempló con angustiosa ansiedad, con una mirada toda pena, toda súplica, toda amor y preguntóle con voz trémula, con voz casi asustada y tan apagada que no pudo ser oída más que por Dolores:

—¿Es verdá, Olores, lo que me acaban de decir? ¿Es verdá que vas á dejarme por uno al que le dicen Joseíto el Cartujano?

Dolores contempló á Antonio con mirada cobarde, y repúsole, procurando sonreir, y con acento tembloroso:

— Y ¿quién ha sío el malita sangre que te ha dío á ti con esa mala noticia?

—¡Qué importa quien haiga sío!... uno... y, ¡camará si me dieron tentaciones de matar al que me lo dijo; Pero aluego recapacité, y como yo comprendo que yo no me merezco que tú seas pa mí, me dije: puée que sea verdá... puée que no me quiera... puée que quiera á ese otro, y si ella quiée á ese otro, y si ella quiée á se otro, peirle que deje de quererlo sería como él me dijieran á mí manque me lo dijieran el rey en presona, que dejara yo de querer á la que es aún más que el agua que bebo, y que el aire que respiro.

—Pos ¡no he de quererte yo á ti, Toño!¡No he de quererte yo á ti, mi Toño!—exclamó Dolores, á quien más que las palabras, el acento vibrante y hondo, y casi sollozante de aquel empezaba á lastimar el corazón y á despertar la conciencia.

—Sí, ¡si yo no digo que no me quieras!.... ¡no dijo que no!... tú me querrás, pero como se quiée á un amigo... á un amigo... ¡qué pena más grande Dolores, qué pena más grande! Yo, desde jace mucho, muchísimo tiempo, no he pensao en nadie más que en ti; tú has sío siempre el rosal que me ha llenao el alma y el pensamiento de flores; cuando tenía un pesar, una duquita de muerto, pensaba en ti y se me orviaban mía [ilegible], cuando me dolía el cuerpo de tanto trabajar día y noche, decía yo: "Anda y paese y rómpete si sa menester, cuerpo mío, que es por ella y pa ella lo que sufres y lo que paeses, que es pa juntar pa que á ella no le farte naita, pa que tenga gloria que se le antoje"; y yo trabajaba y trabajaba, y juía de los amigos y no pisaba una taberna, y á juerza de suores y de fatiga tenía ya, sin que la tierra se [ilegible] las plumas pa fabricar mi nío aquí do pensaba en dicirle Mía [ilegible] pa tí tiées mi corazón y mi [ilegible] temblaba si es que tú los quieres creía haber ya tó de alegría... cuando...[ilegible] ganso de gloria [ilegible] Toñico el Cartameño y una y negrísimas pestañas.

Dolores vió aquella lágrima, vió aquella lágrima, vió á Toño [ilegible] brutal y rabiosamente los ojos [ilegible] puños cerrados, y [ilegible] se le incorporó en el alma, y

—Pero, ¿quién ha sío el remardita sangre que te ha dicho á ti, que yo no quieo pa mí tu nío y tu corazón? ¿Quién ha sío el que me ha alenvantao ese farso testimonio?

Y una hora después mientras Toño el Cartameño, radiante de [ilegible] veíase retratado en las anchas pupilas de Dolores, y el Cartujano alejábase aburrido y desesperado, de la calle cansado de lucir el garbo de su persona por delante de la cerrada reja de la mujer en [ilegible] las vecinas seguían cuchicheaban animadamente en pintorescas agrupaciones y la señá Pepa y el señó Frasquito, [ilegible] en el umbral de su sala y bañados en luz de luna, recordaban, sin duda con melacólica vaguedad, al contemplar á Toño y á Dolores, su ya bien remota juventud, y sus muertas alegrías.

Arturo Reyes

Reseña De mis Parrales



LIBROS Y REVISTAS

De mis Parrales, cuentos andaluces, por Arturo Reyes.

La personalidad de Arturo Reyes no está ya necesitada de elogio alguno, y su última obra es una hermosa confirmación de las raras cualidades que á este ilustre escritor han dado tan grande y justo renombre.

Cada uno de los cuentos que constituyen el libro, con sus escasas páginas y su modesta denominación de cuento corto equivale á un poema de luz y flores, de verdes pámpanos y nupciales azahares, á cuyo conjuro parece que hasta el mismo amor se hace aroma de algún jardín de pasión.

En libro de Arturo Reyes es de los que deban leerse con un alegra recogimiento pensando en esas tierras andaluzas donde hay de todo menos el sainete ramplón y deleznable de falsas dichas.

Para que es juzgue el mérito de este libro publicamos en otro lugar uno de los cuentos contenidos en él.

¡El papel vale más!


De mis Panales

Oiga usted, señor Reyes, mi buen amigo don Arturo Reyes... Oiga usted.

Yo siempre le tuve por un escritor excelente, muy andaluz, que supo dar con La Goletera, El lagar de La Viñuela, Cartucherita y otras obras de porte fantasioso y mediterráneo, la sensación alegre y dicharachera de una encantadora y pintoresca Andalucía.

Le cuento á usted entre mis gedeónicas admiraciones, claro que gedeónicas nada más, pero admiraciones al fin y al cabo.

Tiene usted, pues, derecho á escribir novelas, poesías, cuentos y chascarrillos. Tiene usted derecho á salpicar sus páginas de chilindrinas, chuflas, embraguetarse, gachó, chanela y otras amenas frasecillas. Tiene usted derecho á todo lo que le dé ganas. A todo menos á dedicarle sus obras, como ha hecho usted con su reciente De mis panales, á D. Mariano Catalina, y menos, llamándole ilustre autor y afirmando que le liga con esa hidra del Diccionario "gratitud, admiración y cariño".

Nada, señor Reyes: ó Catalina, ó Gedeón. Así, clarito. La muerte ó el claustro. Un hombre que tiene por ilustre á Catalina, que le está agradecido, que lo admira y que lo quiere, podrá conseguirlo todo, todo; todo menos un bombo en este periódico.

Aún hay clases.

viernes, 8 de febrero de 2013

Reseña De Mis Parrales (III)


DE MIS PARRALES: Cuentos andaluces por Arturo Reyes.

El gran novelista, cuentista y poeta malagueño Arturo Reyes ha publicado un nuevo libro. Trátase de una colección de bellísimos cuentos andaluces, donde campean las altas dotes literarias que han hecho de Arturo Reyes uno de los escritores predilectos del público. En todos ellos la viveza del diálogo, pintoresco, gracioso y naturalísimo, la brillantez de las descripciones, la agilidad del estilo, la originalidad de los asuntos, contribuyen á que su lectura impresione, conmueva y deleite.

Málaga la bella, clásicamente andaluza, al mismo tiempo que moderna y cosmopolita, es el teatro de la acción en todas estas narraciones, luminosas como su cielo, sentimentales y alegres como sus mujeres, llenas de encanto, bizarría y atractivo. Arturo Reyes es hoy en el género dificilísimo del cuento un maestro indiscutible. Pocos como él logran encerrar en breves páginas tanta poesía, unida á tanto realismo.

El autor de Cartucherita copia la vida, resumiéndola y concretándola en breves escenas verdaderos cuadritos de costumbres, caprichos literarios pictóricos de luz, amenidad é interés—que ya se unen, por medio de una ingeniosa trama, constituyendo novelas, bien forman cuentos co.mo los contenidos en el libro De mis parrales.

En esta última producción de Arturo Reyes, desfilan, animando episodios breves y bellos, las mozas capuchineras, percheleras y  trinitarias, dicharacheras, bravas y jacarandosas, los mocitos de rumbo, los jaques veteranos, graves en su fachenda, los viejos creyentes, en la supervivencia de su juventud, las viejas sentenciosas y refraneras, los cantaores presumidos, toda la típica, pintoresca y abigarrada humanidad, en cuyas psicologías colectivas é individuales ha ahondado tanto el genial escritor malagueño.

Reciba, Arturo Reyes nuestra enhorabuena por su nueva obra. Es digna de él y merece la acogida que seguramente le hará el público, agotando la edición.

                                                                                                               F. V.

Reseña '' De Mis Parrales'' (II)

Publicado en: Nuestro tiempo (Madrid). 1/1912, n.º 157, página 143.


No sé si lo he dicho ya alguna vez, pero no me importa repetirlo: que cada libro de este fecundo escritor es un nuevo y preciadísimo regalo literario.

Una de las cosas que más me admiran en Arturo Reyes es lo que pudiera llamarse inagotable variedad, dentro, generalmente, de la más perfecta unidad, de sus narraciones.
 
Sin ir más lejos, sus tres últimos libros son una demostración palpable de lo que digo.

De Andalucía, cuento; Cielo azul, novela; De mis parrales, cuentos, son tan hermanos como no es posible serlo más. Por sus asuntos, su ambiente, sus personajes, su estilo, el parentesco de estos tres libros no puede ser más estrecho y ostensible. Y, sin embargo, y á pesar de esto, distínguense perfectamente entre sí, cada cual con su personalidad propia bien acentuada.

Si al que no conociese ninguno de estos tres libros se le diera uno de ellos y se le dijese: «Leído éste, puedes imaginarte los otros dos», se diría una falsedad y se privaría al tal del placer de recibir muy gratas y muy nuevas emociones estéticas.

Y no hay contradicción alguna en todo esto, aunque pareciese haberla. Es un hecho. Que el hecho es raro, no hay duda, pero así es. ¿Su explicación? Yo no encuentro otra que el gran talento de Arturo Reyes, sus grandes dotes de observador, su gran temperamento de artista.

Reseña ''De Mis Parrales''


DE MIS PARRALES (Cuentos andaluces), por Arturo Reyes. Málaga, 1911. 

Todo depende del punto de vista en que se coloque el que juzga. Acerca de este libro poco trascendental he oído el siguiente insignificante dialoguillo:

 —¿Ha visto usted el último libro de Reyes?

—El último ó el primero... ¡Qué más da! Siempre es la misma historia eterna de la moza juncal y el galán retrechero y el traidor de las negras intenciones y...

—No, no, no vale juzgar tan de ligero. Por de pronto estos relatos son de una moral absolutamente sin mancha, lo que los hace propios para libro de familia aquí donde todos escriben con la intención puesta en los jóvenes livianos y los viejos corrompidos.

—¡Oh! sí; morales lo son. Al final el réprobo se retira vencido y burlado y los firmes amantes ven lucir el sol de su dicha. ¡Ojalá fuera así en la vida!
   
—Motivo de más para que hagamos que ocurra en los libros: pequeña sociedad arbitraria donde podemos repartir á nuestro talante premios y castigos. ¿No nos quejamos todos de lo mal que está el mundo? Arreglemos siquiera el que nosotros creamos, donde viven los hijos de nuestra fantasía, ya que en el que nosotros habitamos son harto ineficaces nuestros esfuerzos.
   
—Eso no se puede negar: Arturo Reyes representa á maravilla su papel de paternal providencia. ¡Lástima que no forme alguna vez gobierno para que nos haga tan felices á todos los españoles como á los muñequillos de sus cuentos!

—¡Muñequillos!... Criaturas vivas y bien vivas... Fíjese usted si no en los diálogos. ¿Dónde leyó usted algo más real?
  
—Verdad es; las palabras sí. ¡Pero las almas! La Andalucía que todos conocemos es una tierra triste y sin ventura, donde los campos son propiedad de unos cuantos señorones, y los riegos propiedad del cielo; donde los caciques tiranizan y explotan provincias enteras y el hambre y la ignorancia son los supremos resortes de gobierno; para cuyos habitantes no hay sino emigrar en busca de tierras y hombres menos crueles, ó sufrir por toda la vida la más negra miseria. En vez de este pueblo infeliz, en los cuentos de Reyes nos encontramos con una raza de cotorras, de lengua expedita y mollera rellena de chistes y retruécanos, que no piensan más que en zambras y galanteos como los moros de guardarropía de los romances moriscos. No pueden ser así los andaluces. ¡Si da ganas de tener en casa una parejita de esas, metida en una jaula para que nos amenicen las sobremesas!

—Claro que no son así... ¡Bonitos cuentos resultarían si los pintaran como son ellos! ¡Como somos todos! Usted antes de presentarse en sociedad se pule, afeita, riza, adoba y acicala. Un libro siempre es cosa de sociedad. ¿Dónde quedaría la moral si saliera usted desnudo por las calles ó si se refirieran las cosas en las novelas tal como pasan en la vida? Por eso lo alababa antes como libro de familias.

Juventud

Publicado en:  Mundo gráfico. 2/11/1911, página 9.

Juventud

¡Oh, dulce juventud, quién no te ama;
quién cuando lo ha perdido no te llora;
quién tu luz esplendente, quién tu aurora
al llegar á la tarde no reclama!
 
Torna á mí ¡oh, juventud!, ven y derrama
de nuevo en mí tu luz deslumbradora;
ven, que mi triste corazón te adora;
ven, que mi triste corazón te  llama.
 
Sienta yo en mí tu boca de rubíes,
tus dulcísimos labios carmesíes
cual pétalos de rosas en capullos.

¡Oh, boca de carmín, llena de olores;
oh; boca de carmín, llena de flores;
oh; boca de carmín llena de arrullos!



ARTURO REYES

Romance morisco




Por la Puerta Tolaitola
penetra Almanzor, al frente
de sus taifas de andaluces,
de sus rudos bereberes,
de sus hábiles arqueros,
de sus ágiles jinetes
berberiscos, que acaudillan
sus bravos almocademes.

Por la Puerta Tolaitola
avanza, y al sol que hiere,
cual con centellas de oro,
sus huestes, brillan sus huestes;
brillan sus ricos liwaes;
sus trompetas relucientes;
los ondulantes penachos
prendidos en los bonetes;
las resonantes lorigas;
los nevados alquiceles;
las marlotas recamadas;
los vistosos gallardetes;
las bandas y las preseas,
del amor, dulces presentes;
y en las picas, enhestadas
de los bárbaros zenetes,
cien cabezas de rumíes,
que aun en sus ojos retienen
la última y rencorosa
mirada que ni aún la muerte
pudo borrar; y tras ellos,
destrozados los arneses,
pero tan fieros y altivos,
y tan en alto la frente,
que más que los derrotados
los triunfadores parecen,
caminan los prisioneros,
los indómitos leoneses
y los indómitos vascos;
los que no quiso la suerte
contraria, que sucumbieran
al hierro de los infieles
que arrasaron sus castillos,
que destruyeron sus mieses,
que sus templos profanaron
y osaron á sus mujeres.

¡Gloria á Almanzor! grita el el pueblo;
y ¡gloria! gritan, al verle,
en las blancas azoteas,
en los altos minaretes
y en las verdes celosías
de los áureos agimeces,
labios, al beso propicios,
labios que flores parecen.

¡Gloria á Hagile! todos gritan;
mas todos, al par, advierten
que nada del gran caudillo
desfruncir logra !a frente;
nada su faz ilumina,
nada su espíritu enciende,
nada acaricia su pecho,
nada su pecho divierte,
y en vano la gente grita
y en vano bulle la gente,
y en torno suyo lo aclama,
que ser dichoso no puede
en tanto suya no sea
la que sus ojos suspende
con los suyos melancólicos,
en los que el sol resplandece;
que cual [ilegible] la rama
es flexible, la que tiene
la esbeltez de los juncales;
aquella en la que florecen
dos nítidas azucenas
en el seno; la que puede
hacer llorar á la aurora
de envidia; la que se mueve,
al andar, cual la gacela;
la hija, en fin, del que defiende
la frontera del cristiano,
en la margen siempre verde
del Tormes; por la que diera
gustoso cien y cien veces,
de Córdoba sus palacios,
de Medina, los vergeles;
las bellas, gala y orgullo
y ornato de sus harenes;

sus aceros más preciados;
sus armaduras más fuertes;
sus más ricas tunicelas;
sus más bellos martinetes;
sus, del huracán hermanos,
rapidísimos corceles;
y es tanto su amor, que diera
por posar su labio ardiente
sobre sus labios de grana,
hasta el polvo que contiene
el rico cofre esmaltado
con ricas piedras de Oriente,
donde el polvo recogido
por sus fúlgidos arneses
en lides cien, atesora;
polvo que guarda y que quiere
derramen sobre su cuerpo
cuando su cuerpo ya entierren.

¡Gloria á Almanzor! gritan todos;
y ¡gloria! gritan al verle
tras las verdes celosías
de los áureos agimeces,
labios, al beso propicios,
labios que flores parecen.

ARTURO REYES

Los exámenes de la Academia de Declamación de Málaga




La Prensa malagueña se ocupa con excepcional y caluroso elogio de la velada de exámenes celebrada por la Real Academia de declamación, de Málaga, que dirigen desde hace veinticinco años el veterano actor señor Ruiz Borrego y los escritores Arturo Reyes y Narciso Díaz de Escovar.

Este año se han examinado cincuenta y tres alumnas y treinta y seis alumnos, escogiendo entre unas y otros los que habían de tomar parte en la representación de las aplaudidas obras Canción de cuna, La fuerza bruta y Teatro feminista.

Se han revelado actrices y actores que han de suceder en la escena á las discípulas y discípulos del Sr, Ruiz Borrego, que como Rosario Pino, las Gambardellas, Celia Ortiz, Concha Constans, Anita Adamuz, las hermanas Méndez, Carmen Díaz, Pepe Santiago, Martínez Tovar, Enrique Nadas y tantos otros dieron relieve al maestro y al Centro artístico donde estudiaron.

En Canción de cuna se distinguieron Victorina González, Teresa Alcaide, que logró una ovación; Elisa Parejo, que es ya una verdadera actriz; Piedad Gavilán y el redactor de La Unión Mercantil Sr. Cortés, que hizo un médico muy concienzudo y bien estudiado.

En La fuerza bruta aparecieron como artistas de porvenir Elisa Méndez, Adela Calderón, Mercedes Moreno y Pepe Cotilla.

La clase de baile terminó el espectáculo, consiguiendo no pocos aplausos y enhorabuenas para su profesora, Dª Ana Martín.

Es triste pensar que esta Academia, que es hoy la primera en España y de la que el HERALDO se ha ocupado en extensos artículos, no cuente con la más pequeña subvención y á veces los profesores tienen que cubrir los gastos de su propio bolsillo.

Cielo azul




Nos hemos sentado á la mesa con los albos y finísimos manteles reservados para los suculentos banquetes del espíritu, y nos ha sido servido el mayestático condumio que supone la última novela del fecundo poeta y novelista andaluz Arturo Reyes.

Ahitos y empalagados por la bazofia nociva que á diario nos sirven los hosteleros del erotismo dominante en sus inmundos bodegones, con sus platos de latón y sus cucharas de palo de escoba, porque hasta el humilde  boj se resiste al acarreo de estas comidas que levantan el estómago, estos otros manjares sazonados con las sabrosas y sanas especias que el arte y el talento verdaderos brindan con prodigalidad nos saben á gloria, y después de una apacible digestión nos nutren el entendimiento y nos fortalecen el ánimo.

Cielo azul es una preciosa novela, acaso la mejor, la más pensada, la más sentida, la más cuidada que ha salido de la pintoresca pluma del laborioso vate andaluz, sin dejar de tener en cuenta, muy cariñosamente, su  primera y primorosa obra Cartucherita, que le abrió las puertas del templo de par en par.

La fábula y la trama de esta novela de Arturo Reyes son sencillísimas; pero los caracteres de sus tipos son de una firmeza brava, y estos tipos de una traza de robusta realidad y de un vigor vital imponderables.

Como todas las novelas del mismo autor, está cuidadosamente escrita y dialogada.

Estos diálogos, que quizá son el fundamento de la bondad literaria que tiene Cielo azul, están escritos con esa dicacidad privativa del pueblo malagueño que Arturo Reyes sabe reflejar con veracidad suprema.

Novelas como esta que nos ocupa ya pueden comprarse, leerse y conservarse...

Nosotros nos quedamos con la mesa puesta y muy bien dispuestos á devorar el próximo banquete, que no ha de hacerse esperar seguramente, porque hay pocos literatos tan trabajadores como este feliz novelista malagueño.

Cielo azul




Arturo Reyes da en el pleonasmo de llamar á su último libro Cielo azul (novela andaluza). Andaluza es hasta  las cachas, y huelga el subtítulo; y amena, deleitosa y de interés, al punto de superar á Cartucherita y á El lagar de la Viñuela, cuando no en intensidad dramática, en emoción de poesía y de sencillez.

El ilustre autor malagueño ha llegado á una madurez de producción sazonada, serena y fuerte. Aquellas desbordantes páginas, verdaderas lujurias de retórica, que hacían tan difusos los relatos y las fábulas tan obscuras, han adquirido castidad y transparencia. La poda del estilo vigorizó el sarmiento emocional, y desembarazada la manigua, las figuras se ven mejor. Algo y aun algos de manigua queda; pero la gracia natural, sin postizos ni afeites de rebuscamiento, que tiene el garbosísimo diálogo de Cielo azul consiéntenlo sin gran enojo.

Cuanto á los tipos novelescos, tienen el realismo más poético y, por lo tanto, más real—¡agarrarse, Gustavos Planche y Saint-Beuves de café con media!—, por la razón sencilla de que son menos burdos y más amables y de que en ellos, como pide Sheelly, hay bondad y verdad, y por consiguiente poesía. Sola y Cristóbal, más rotundos aún que La goletera y que Cartucherita, tal vez son menos pintorescos, pero sin duda son más humanos. La narración, viva y caliente, no despide las tufaradas trágicas de un andalucismo demodé en su sombrero da catite, sino el perfume íntimo y noble de la delicadeza espiritual.

Afortunado más que nunca, Arturo Reyes pinta un Cielo azul, sin duda menos rutilante que el de las etiquetas del ojén; pero tan hondamente evocador como el que encubre la epopeya en Gibralfaro y la égloga en al valle de los Galanes. No estamos ya en la Andalucía de cromo de Gutiérrez de Alba y de los hermanos Valdelomar, sino que estamos en camino de la Andalucía espiritual de Fernán Caballero, de Alarcón, de Valera y del preclaro duque de Rivas y confinando con la Andalucía habladora del Solitario y de Moja y Bolívar.


El abate Marchena.