viernes, 1 de febrero de 2013

Béticas de Arturo Reyes



Con las preocupaciones políticas de estos días hemos descuidado el dar cuenta de un nuevo y hermoso libro de versos del ya consagrado poeta D. Arturo Reyes, titulado «Béticas».

La patria chica atrae constantemente á este insigne vate y con razón sobrada, pues Andalucía es la cuna de la lírica española y la primera en artes y bellas letras de nuestras regiones.

Apareció Reyes en la literatura en las ráfagas de arrebatadora poesía andaluza llena de risas, lágrimas y donaires, á la manera de abeja irritada y zumbadora, repleta  de perfumes y dulzuras, ebria por haber libado en vergeles malagueños todas las flores del alma popular.

En «Béticas» no se sabe que admiran más, si la factura de los versos, el color y el calor de la inspiración ó la profundidad del sentimiento.

No entiende Reyes, por fortuna suya y de los que le admiramos, que sea la poesía métrica el arte de acumular palabras armoniosas, halagadoras del oído y nimiamente depuradas por el decadentismo dominante: como los viejos poetas buscar los caminos de la emoción estética que van derechos á remover en el alma ocultos tesoros de exquisita sensualidad, que es lo más hondo del espíritu humano y lo que le distancia más de la animalidad.

Para producir ese efecto, que es lo supremo del arte, atavíase con todas las galas que de Horacio acá jamás desdeñaron los buenos poetas y pintores.

Lleno está el libro que ligeramente examinados de rasgos pictóricos de primer orden, ya admire en el tocado de un sultana

Un carbunclo prisionero
en el cáliz de una rosa;

ya ó en «Rey de Taifa», nos trace una oriental de intenso calor; ya en un romance nos describa los lindos abanicos

de perfumadas vitelas
y calados varillajes,

y brillantísima fiesta de toros, rival de la clásica de Moratín; ya en la visión del mundo antiguo, evoque la orgía romana en la casa del opulento consular donde

en su amplía mesa de metal bruñido
y con sus garras de marfil y bronce
sostienen su tablero dos felinos
con ópalos por ojos.

donde la graciosa gaditana arrebata el alma en su erótica danza; ya en «Sangre Mora» que empieza por una admirable pintura de la siesta andaluza y acaba por una tragedia.

Una de las poesías de Reyes se titula «Acuarela», y, en efecto, ostenta trazos y colores que justifican el título, con 

los lagares medio ocultos
entre las flotantes ramas
de los viejos algarrobos,
y entre las floridas pámpanas
de los añosos parrales.

Pero en rigor, todo el libro «Béticas» es una continuada galería de cuadros y de paisajes sorprendentes, en los cuales un poeta, enamorado de la luz, encuentra ocasión de prodigar los colores más vivos de su mágica paleta, intercalando en su obra plástica, acentos de alegría y de tristeza, de odio y de amor.

Y de tiempo en tiempo reaparece la especial poesía de Reyes con sus inimitables temas andaluces:

Yo no voy
nunca sólo, siempre estoy
en compaña de una pena
que no se va de mi lao
desde que vivo prendao
de tal carita morena.

Y sin desconocer los resonantes triunfos logrados por Arturo Reyes en toda clase de poesía, en el cuento y en la novela, permítasenos asegurar que no hay quien le iguales en el estudio y en la expresión poética del alma andaluza.

G.


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