domingo, 20 de enero de 2013

En mi barrio




Estaba Currito el Trueno,
un mozo de los de ácana, 
cabizbajo y pensativo 
en su cubril — una sala
con alcoba del famoso 
corralón de Santa Bárbara,— 
cuando entrando en su aposento 
el Quiqui de la Coracha, 
tras darle los buenos días 
y sentarse y la petaca 
ofrecerle, así le dice:
—¡Compadre, valiente cara, 
pos diga usté que parece 
que está usté jaciendo gárgaras 
de sal y limón!
—De tiros 
que me peguen en las glándulas 
ú otra parte cualesquiera 
son las que á mi me hacen falta.
 —Válgame un divé, compadre, 
y cómo está la mañana.
—¡Cómo quiere usté, don Quiqui, 
que esté, cuando tengo el alma 
que de negra mete miedo!
—Pero, ¿qué es lo que le pasa, 
se le ha ensuciao la pechera, 
ú roto la americana, 
ú descompuesto el cordaje, 
ú se le ha puesto á usté agria 
la bebía?
—No, compadre,
que lo que á mi me maltrata
y me achicharra la sangre
y el corazón me achicharra
es una gachí, una jembra
de órdago.
—¿La Tirana?
—Cá, nó.
—¿La Tripicallera?
—Cá, no.
—¿Pepa la  Calandria?
—Cá, nó.
—Cá, nó, ¡caballeros! 
pos diga usté que esa dama es un duende.
—¡No es mal duende! 
Una jembruza 
que espanta  
de bonita, con dos ojos  
que alumbran más que dos lámparas; 
con un pelito anillao 
que si lo suelta le arrastra 
como si fuera una túnica; 
la boca como la grana, 
la nariz cual la de un cromo, 
[verso ilegible]
por pecho y una cintura 
más fina que una pestaña; 
con dos pies que nadie sabe, 
mirándolos, con qué anda; 
y con un metal de voz  
y una...
—Compadre, ó se calla 
ú me piro; no comprende 
usté que oyéndolo pasa 
cualquiera el cólera mormo 
y el colorín y la sarna 
y las fiebres tifoideas...
—Pos si la viera usté echaba 
á correr; usté no sabe, 
compadre, cómo las gasta 
esa gachí cuando mira 
con mala intención y mala 
sangre, de la cual le sobra 
pá estibar  una fragata, 
y á pesar de ser asín 
yo diera por conquistarla 
tóas mis cuatro laterales 
y la sangre que me canta 
mi querer en tos los pulsos...
—Y ella qué, ¿cuándo usté pasa 
por su vera, nunca pierde 
los colores de la cara 
ni el compás?
—Na, naita pierde.
—¿Pero quién es?
—Un pantasma.
—¿Y aonde vive?
—¡Se ha mudáo!
—Pos cuando usté se lo calla 
será que callarlo debe.
—Es, compadre, que se trata 
de un imposible.
—¡Imposible! 
A la corta ú á la larga 
no hay bajo de las estrellas 
naita imposible, y no hay plaza,
compadre, que  no se rinda, 
ni torre que no se caiga, 
ni muerto que no se pudra... 
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............................................
Y cuando ya se alejaba 
el Quiqui, murmuró el Trueno
al par que con la mirada 
desde el balcón lo seguía:
—¡Con que, compadre, no hay plaza 
que no se rinda! Si usté 
viese quién es quien me mata 
ni asín me aconsejaría, 
ni asín tampoco me hablara!

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